miércoles, 16 de julio de 2014

Oscar, Carmen y Carlos no son Jaume

Carlos Cano, condenado junto a María del Carmen B.C., a una pena de tres años y un día por su actuación durante un piquete del Movimiento 15-M de Granada en la huelga general del 29 de marzo de 2012 contra la reforma laboral, se ha entregado por voluntad propia al centro penitenciario de Albolote (Granada). Carmen y Carlos están condenados por un delito contra el derecho de los trabajadores por su participación en un piquete informativo.

Ese mismo día conocíamos como el boicot del PP a la Ley de Dependencia hace que unos hermanos con la misma enfermedad sufran de manera desigual la aplicación de esta ley que reconoce los derechos sociales de las personas que sufren algún tipo de dependencia. Oscar Noen y su hermano padecen atrofia espinal que afecta al movimiento de sus músculos. Su hermano vive en el País Vasco y en seis meses fue reconocido como dependiente y recibe las prestaciones que le corresponden. Oscar sin embargo ha tenido la mala suerte de vivir en Valencia, después de litigar y ganar sus derechos en los tribunales, aun le deben 17.000 euros.

El viernes pasado el Gobierno rechazaba la solicitud de indulto que había realizado Jaume Matas, ex Ministro de Aznar, ex Embajador de la Comunidad Valenciana y ex Presidente del Gobierno Balear. Imputado por doce delitos relacionados con la corrupción fue condenado a 6 años y dos meses de prisión y posteriormente el Tribunal Supremo le rebajo la pena de los seis años y dos meses a 9 meses.

Que caro resulta en este país ser un ciudadano de a pie, y sobre todo que caro resulta defender los derechos sociales, parte integrante de la Declaración Universal de los Derechos Humanos ratificada por España en 1979. Sin embargo es una ganga, ser eso que llaman “Casta” y que tampoco gusta a la propia casta. Sale cuatro veces más caro formar parte de un piquete informativo en una Huelga General contra una reforma laboral que limita derechos que robar el dinero de todos.

Al parecer todos los españoles somos iguales ante la ley, pero unos más que otros.

Miguel Angel Martín

miércoles, 2 de julio de 2014

Réquiem por el cajero de Albalat

Llega el verano y mi familia se dispone un año más a pasar las vacaciones estivales en Albalat del Tarongers, con los primeros viajes transportando bolsas y maletas he descubierto que desde el mes de marzo el servicio de Bankia ya no existe, ni atendido por un cajero en algunas horas del día, ni atendido por un cajero automático las 24. Curiosamente no recuerdo haber leído en la prensa local ninguna queja municipal al respecto. No puedo dejar de fijarme en que todavía en el viejo local de esta sucursal, ahora cerrada a cal y canto, aparece el escudo de la Caja de Ahorros y Socorros de Sagunto. Quién nos iba a decir que en el siglo XXI echaríamos de menos el espíritu de ayuda, servicio y auxilio financiero de organismos del siglo XIX como las viejas Cajas de Ahorro. La realidad es que gracias a la brillante gestión de Jose Luis Olivas y Rodrigo Rato los más de 22.000 millones de euros públicos inyectados en Bankia (a los que se suman otros 120.000 millones en avales y otras medidas de financiación), han servido para que pequeñas localidades como Albalat del Tarongers se queden sin la atención que merecen sus ciudadanos/as. 

Y no lo digo solo por la gente que pasamos allí unos días y sufrimos el incordio de tener que desplazarnos hasta Estivella o Gilet para poder sacar nuestro dinero, sino por un gran número de personas de edad avanzada que no disponen de vehículo y que deben hacer un sobreesfuerzo para hacer algo tan cotidiano como es realizar algún trámite para pagar impuestos o sacar su dinero. Desconozco las gestiones que ha realizado su ayuntamiento, pero esta claro que no han dado ningún resultado. El Alcalde de Albalat debería enfundarse su mejor traje y mover alguna ficha para que la entidad presidida por José Ignacio Goirigolzarri cumpla el papel social que le corresponde. De lo contrario los vecinos y vecinas de Albalat deberían de manera colectiva establecer contactos con otras entidades y trasladar sus ahorros a aquellas que adquiriesen compromisos para dotar al municipio de un servicio tan básico como este. A este nivel de desmantelamiento, quién sabe si cualquier día aparece en la puerta del ayuntamiento el mismo cartel que en Bankia: “Este ajuntament serà  traslladat a Gilet...disculpe les molèsties”. 

Feliz verano.

Miguel Angel Martín