lunes, 28 de abril de 2008

Berlusconi, el bipartidismo y la izquierda

Berlusconi vuelve al cargo que dejó hace menos de dos años. Lo hace tras haber vencido en las elecciones italianas y haberlo hecho con claridad tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado eliminando así cualquier atisbo de duda sobre cuál será su política. Basta mirar al pasado para saber con qué se van a encontrar los italianos en el futuro. No por menos esperada su vuelta resulta menos impactante. Que el primer ministro italiano sea una persona que vive en un continuo conflicto de intereses, bajo la permanente sombra de sus affaires judiciales, carente de todo sentido del Estado de Derecho y de la cultura de la legalidad es, cuanto menos, un dato merecedor de una profunda reflexión. Que haya vencido teniendo como delfín y principal aliado a Gianfranco Fini, líder de la ultraconservadora Alianza Nacional, añade a la cuestión la categoría de honda preocupación. Que además a su victoria haya contribuido de forma decisiva la coalición con la ascendente Liga Norte de Umberto Bossi, con un discurso xenófobo y racista, debería hacer saltar todas las alarmas dedefensa de la democracia.La victoria de Berlusconi es el resultado de un cúmulo de despropósitos acontecidos en los últimos tiempos en la política italiana. Algunos cabe situarlos en el debe de sus adversarios. No conviene olvidar el fracaso del gobierno de Romano Prodi, hipotecado por las fuerzas más reaccionarias que existían en el interior de su coalición de Gobierno e incapaz, por tanto, de desarrollar políticas progresistas y de ilusionar a su propio electorado. Sobre todo a aquella parte del mismo situada más a la izquierda, que se sintió traicionada por el Gobierno y que acaba de hacérselo pagar a sus integrantes. El descenso de participación de tres puntos con respecto a las elecciones de 2006 se explica desde esta clave. Los errores del Gobierno Prodi han pasado factura sobre todo a la Sinistra Arcobaleno de Fausto Bertinotti, que no ha conseguido representación y ha llevado a la izquierda comunista a la condición de extraparlamentaria por primera vez en la historia republicana italiana.Por su parte, Walter Veltroni no ha podido hacer frente a la coalición liderada por Berlusconi. Nacido bajo la bandera de la simplificación de la oferta política y de la búsqueda de la gobernabilidad, el Partido Democrático ha significado la puesta de largo de un nuevo espacio político: el centro-izquierda. Hasta la fecha, este espacio se venía entendiendo como un lugar en el que confluían por razones –coyunturales o electorales– partidos de centro y de izquierda. Ahora, en cambio, se pretende construir un lugar en el que ubicar una ideología propia: la del centro-izquierda. ¿En qué se basa esta ideología? “Soy reformista y no de izquierdas”. Con esta declaración de intenciones comenzó Veltroni su campaña. Desde ahí, se lanzó a buscar votos a diestro y siniestro, en un ejercicio de funambulismo político que ha acabado por pasarle factura en las urnas. Evitó, sí, la sopa de letras que había existido en anteriores coaliciones, pero no consiguió evitar las contradicciones internas.En su partido, coexisten posiciones claramente antagónicas en materias tan delicadas como el aborto, el reconocimiento de las uniones de hecho y los matrimonios homosexuales. Tampoco ha conseguido marcar la diferencia con el programa de Berlusconi en algunos temas tan sensibles para la ciudadanía como la política fiscal, donde ambos coinciden en la bajada de impuestos.En lo que sí ha insistido Veltroni hasta la saciedad es en la apelación al voto útil. No podía ser de otra forma, dado el tenor bipartidista bajo el que se ha configurado con su aquiescencia y participación activa esta campaña electoral. Más que al Parlamento parecían unas elecciones presidenciales a la americana. Los resultados han instalado el bipartidismo de tal forma que han convertido en estéril toda la discusión sobre la ley electoral que había presidido la campaña. Ahora bien, quizá Veltroni no valorara lo suficiente su insistente llamada al voto útil. No sólo no ha conseguido el requerido trasvase de votos desde la izquierda de Bertinotti hacia su partido, sino que ha sido otro factor determinante en la salida de dicha fuerza política del parlamento. La vampirización de la izquierda por parte del reformismo de Veltroni es una grave consecuencia que dejará sentir sus efectos en el futuro desarrollo de la política italiana.Por cierto, cualquiera que haya tenido ocasión de vivir de cerca la campaña electoral italiana tras haber seguido la española se habrá visto embargado por una terrible sensación de déjà vu. Estrategias y mensajes similares a los experimentados en España se han repetido en Italia. Cobra fuerza la imagen de una “internacional” de la asesoría política, que presta sus servicios allí donde se les solicita por parte de sus interlocutores políticos. Baste con señalar un par de ejemplos. Uno, el ya citado del voto útil, que tan buenos resultados ha dado al PSOE en España y que tanto allá como acá ha contribuido sobremanera al derrumbe o crollo de la izquierda comunista y alternativa; otro, el de la propuesta sobre la inmigración rayando la xenofobia, el racismo y el clasismo, que el Partido Popular puso en práctica durante la pasada campaña. Aunque también este mensaje caló en buena parte del electorado español, no fue suficiente para llevar a Rajoy al gobierno. En Italia, en cambio, sí ha contribuido al notable aumento de votos de la coalición Berlusconi-Bossi.De cara a futuros comicios, quizá no estaría mal que el PSOE de Rodríguez Zapatero –quien apoyó explícitamente a Veltroni en su campaña electoral– revisara esta experiencia italiana y tomara nota sobre la forma como el bipartidismo acaba por afectar a la izquierda.
Rafael Escudero es profesor titular de Filosofía del derecho en la Universidad Carlos III de Madrid
Ilustración de Iker Ayestaran

Seguimiento de una semana a Canal 9

Canal 9
MIGUEL ÁNGEL NIETO - Madrid - 27/04/2008 Diario Público
Estas son algunas de las muestras del control de Camps sobre Canal 9.
LUNES 21 La polémica Rajoy-Aguirre no existe El encuentro en Madrid de Esperanza Aguirre y el presidente de la Comunidad Valenciana, Francisco Camps, fue noticia de apertura en las dos ediciones de los informativos de Canal 9 (14.00 y 21.00), si bien en la noche tuvo que competir con la destitución del entrenador del Valencia, Ronald Koeman. La suma de tiempo de ambos informativos fue de dos horas y 15 minutos, pero al caso Aguirre-Rajoy no se le dedicó ni un solo segundo. La noticia del día, la de si Mariano Rajoy quería o no echar a Aguirre del PP o si Aguirre pretendía competir con Rajoy, sencillamente no existió. La información sólo habló de la "cimera" (cumbre) entre Aguirre y Camps, "dos presidentes que han obtenido mayorías absolutas reiteradas en sus respectivos territorios" y cuyos intereses políticos "coinciden". Es decir, se habló de trasvase, del AVE, de financiación... Se habló de Rodríguez Zapatero, pero del presidente del Gobierno no salió ni su foto, y nada se habló del tema del día, Rajoy-Aguirre. De hecho, del líder del PP tampoco apareció ninguna imagen. Sobre el tiempo total de los dos informativos, la cumbre apenas mereció el 3,1% del tiempo, una quinta parte de lo que se dedicó a la salida de Koeman y el mismo tiempo dedicado al último pastor de Benidorm, un cuidador de ovejas en medio del turismo que aseguraba que "ser pastor es lo más bonito del mundo". MARTES 22 Hoy ni hacen falta las noticias Canal 9 decidió ahorrar todo tipo de información a los ciudadanos de su comunidad después de las 15.30 de la tarde. No hubo informativo a las 21.00. ¿La explicación? Según respuesta telefónica a este diario, la retransmisión en directo del día de San Jordi, es decir, la tradicional fiesta de los Moros y Cristianos que Alcoy celebra cada año, "impedía excepcionalmente" la emisión de las noticias. De hecho, y a lo largo de todo el día, en la emisión internacional de Canal 9 apenas se vio otra cosa que no fuera esa celebración. San Jordi y la destitución de Koeman ocuparon prácticamente los 8 primeros minutos del informativo de las 14.00 y 16 minutos más a lo largo del programa. Una cuarta parte de ese tiempo, cuatro minutos, es lo que ocupó la información sobre el pleno extraordinario que celebraban las Cortes Valencianas, convocado nada menos que para exigir al Gobierno central que recupere el trasvase del Ebro para Valencia, Murcia y Almería. En la hora y media de programa sólo apareció un ministro: Pedro Solbes, 30 segundos. Pero como parece habitual en Canal 9 cuando se trata de políticos socialistas, no se le oyó hablar. Cuatro minutos, sin embargo, mereció el reportaje de unos perros educados para llevar los kleenex a su dueño, los móviles, la cartera e incluso para apagar las luces de la casa. Perros, según se vio y oyó, que además cantan. MIÉRCOLES 23 Camps, los moros y los cristianos Las fiestas de Alcoy estuvieron tan presentes en los informativos del día como Francisco Camps, a quien se vio reiteradamente en la misa conmemorativa. El presidente de la Generalitat tuvo 30 segundos por la tarde y otros tantos por la noche para explicar la repercusión turística que está adquiriendo la fiesta. Por la noche, en la noticia sobre la reunión en Almería de Camps y Javier Arenas, el líder del PP andaluz, el president dispuso de un minuto y 45 segundos para reclamar la aprobación del Plan Hidrológico Nacional de José María Aznar que en 2004 derogó el Gobierno socialista. Esa noche, Camps y Serafín Castellano, conseller de Gobernación, fueron los únicos políticos que hablaron en el informativo, exceptuando los 20 segundos en los que habló Arenas. Entre ambos coparon el 7,3% del informativo. Pero sobre el cómputo de noticias de índole nacional y económica, excluyendo las informaciones de sucesos y variedades, el porcentaje de pantalla de ambos políticos ascendió al 26%. El buen trato que dispensa Canal 9 a los ayuntamientos se hizo patente en dos noticias: la importancia que dio a la iniciativa de Rita Barberá en su campaña contra las motos mal aparcadas y el uso obligatorio del casco (tres minutos), y la situación de una urbanización que lleva meses sin agua ni luz. La responsabilidad, aclaró el informativo, es de la empresa constructora, no de la Corporación. JUEVES 24 No hay país, pero tampoco hay mundo Nadie que no fuera Francisco Camps o los miembros de su equipo de Gobierno tuvieron ni un solo segundo de pantalla en el informativo del mediodía. A la actividad del Ministerio de Defensa, incluido su papel en la crisis del pesquero español secuestrado en aguas de Somalia, no se dedicó ni un segundo. Se destacó, eso sí, la decisión de Carme Chacón de prohibir a su personal la consulta de ciertas páginas web. Tampoco hubo información internacional. Sólo la referencia al racionamiento en la venta de arroz en Estados Unidos.A Camps, sin embargo, se le vio junto a tres de sus consellers reunido con el patrón de la Fórmula 1 (seis minutos de información), hablando luego en las Cortes Valencianas, donde intervino a cámara tres veces (75 segundos en total frente a los 30 que se le dio a la oposición), y reunido luego con una delegación de Uruguay para estudiar posibles líneas de negocios con ese país (un minuto). En el informativo de la noche, sin embargo, tuvieron su pequeño hueco Rajoy y José Blanco. La aparición de Rajoy resultaba especialmente llamativa en tanto que aunque la información se refería al trasvase del Ebro, era la primera vez que se le escuchaba hablar en Canal 9 desde que saltara la polémica sobre la posible candidatura de Aguirre en el congreso extraordinario del PP. Hasta ese momento no existía. La polémica con Aguirre sigue a fecha de hoy sin existir. VIERNES 25 ¿Homenaje a Camps o al Estatuto? Dos noticias marcaron la jornada en Canal 9. La conmemoración del XXV aniversario de la proclamación del Estatut valenciano (que ocupó cinco minutos de promedio en cada uno de los dos informativos), y las cifras de desempleo hechas públicas por el Gobierno central, casi 300.000 parados más (cuatro minutos en la primera edición de las noticias de Canal 9).Mientras Pedro Solbes anunciaba que el desempleo se sitúa en el 9,6%, el viceconseller valenciano afirmaba en Canal 9 que su comunidad ha creado 17.500 empleos gracias “a lo equilibrado de nuestra economía”. Es la línea de Canal 9. Frente a la crisis global, “se consolida el crecimiento económico de esta comunidad”, se decía el lunes. Aunque falte arroz en Estados Unidos, Valencia está “en condiciones de garantizar” su autoconsumo, se escuchaba el jueves. La conmemoración del Estatuto, centrada en premiar a los padres de la Carta Magna autonómica, puede cuantificarse. El montaje de la noticia incluía cuatro testimonios y 16 planos de recurso. Los testimonios eran: dos de los ponentes del Estatut, uno de la presidenta de las Cortes (ocuparon juntos el 59% de las declaraciones), y el último del presidente Camps (el 41%). Camps aparecía en cinco de los 16 planos con los que estaba montada la noticia. Es decir, Camps aparecía en el 30% de las imágenes.

jueves, 24 de abril de 2008

Seguridad Nuclear?

El País (hoy)

Plan de la Vivienda de Sagunto ( y Puerto.....

miércoles, 23 de abril de 2008

La izquierda errante en busca de la ciudad futura

1. Izquierda y ciudad. Solo encontramos si sabemos lo que buscamos. Un principio epistemológico elemental. O no tanto. Bachelard nos dice que investigar es buscar lo que está escondido, pero mientras lo buscamos difícilmente podemos precisar de qué se trata. Para algunos que nos ocupamos de la ciudad lo que nos atrae especialmente de ésta es que es el lugar de la libertad y de la aventura posibles de cada uno, la multiplicación de los encuentros imprevistos, de los azares insospechados. La ciudad puede sorprendernos en cada esquina (Breton) y allí queremos vivir “per si hi ha una gesta” (Salvat Papasseit). La ciudad es vivencia personal y acción colectiva a la vez. Sus plazas y calles y sus edificios emblemáticos son el lugar donde la historia se hace, el muro de Berlín, la plaza Wenceslas de Praga, el Zócalo mexicano, la plaza Tienanmen… Y si miramos a un pasado más lejano el palacio de Petrogrado y las escaleras del Potemkin o la Bastilla y el salón del Jeu de Paume junto a la Concorde del París revolucionario. Precisamente en este salón se proclamaron Les droits de l’homme “los hombres nacen y se desarrollan libres e iguales”. El mito originario de la ciudad es la Torre de Babel, gentes distintas pero iguales, juntas construyendo su “ciudad” como desafío al poder de los dioses, como afirmación de independencia. Ciudadanos son los que conviven, libres e iguales, en un territorio dotado de identidad y que se autogobierna. A una pregunta televisiva, imprevista y en directo sobre como definiría el “socialismo” Mitterrand respondió escuetamente: “es la justicia, es la ciudad”. La ciudad pues es una metáfora de la izquierda, en su doble dimensión individual y social, lírica y épica. La ciudad es cálida y es el contrapeso a la democracia que es frígida (Dahrendorf). La ciudad como el socialismo tienen por vocación maximizar la libertad individual en un marco de vida colectiva que minimice las desigualdades. La ciudad humaniza el ideal socialista abstracto, introduce el placer de los sentidos a la racionalidad sistemática, los deseos íntimos de cada uno modulan los proyectos colectivos. En la ciudad el héroe es el personaje de Chandler: duro y tierno: “si no fuera duro, señora, no estaría vivo, y si no pudiera ser tierno no merecería estarlo”. La ciudad como metáfora de la izquierda nos interesa especialmente pues permite enfatizar algo que es común o necesario a ambas: la dimensión sentimental y sensual, cordial y amorosa, individualizadora y cooperativa, plural y homogeneizadora, protectora y securizante, incierta y sorprendente, transgresora y misteriosa. Y también porque vivimos una época en que no es casual que ciudad y izquierda se nos pierdan a la vez, parece como si se disolvieran en el espacio público, en sentido físico y político. Si la ciudad es el ámbito generador de la innovación y del cambio es en consecuencia el humus en el que la izquierda vive y se desarrolla, en tanto que fuerza con vocación de crear futuros posibles y de promover acciones presentes. La ciudad es a la vez pasado, presente y futuro de la izquierda. Y no tener un proyecto y una acción constante de construcción de la ciudad, que se nos hace y se nos deshace cada día, es un lento suicidio. 2. La disolución paralela de la ciudad y de la izquierda. La revolución urbana que vivimos es una de las principales expresiones de nuestra época. No nos extenderemos sobre una temática ampliamente tratada, incluso por el autor de esta nota (1). Las nuevas regiones metropolitanas cuestionan nuestra idea de ciudad: son vastos territorios de urbanización discontinua, fragmentada en unos casos, difusa en otros, sin límites precisos, con escasos referentes físicos y simbólicos que marquen el territorio, de espacios públicos pobres y sometidos a potentes dinámicas privatizadoras, caracterizada por la segregación social y la especialización funcional a gran escala y por centralidades “gentrificadas” (clasistas) o “museificadas”, convertidas en parques temáticos o estratificadas por las ofertas de consumo. Esta ciudad, o “no ciudad” (como diría Marc Augé) es a la vez expresión y reproducción de una sociedad a la vez heterogénea y compartimentada (o “guetizada”), es decir mal cohesionada. Las promesas que conlleva la revolución urbana, la maximización de la autonomía individual especialmente, está solamente al alcance de una minoría. La multiplicación de las ofertas de trabajo, residencia, cultura, formación, ocio, etc., requieren un relativo alto nivel de ingresos y de información así como disponer de un efectivo derecho a la movilidad y a la inserción en redes telemáticas. Las relaciones sociales para una minoría se extienden y son menos dependientes del trabajo y de la residencia, pero para una mayoría se han empobrecido, debido a la precarización del trabajo y el tiempo gastado en la movilidad cotidiana. Esta nueva sociedad urbana no está estructurada en grandes grupos sociales como los que caracterizaban la sociedad industrial. Es una sociedad individualizada, segmentada, fracturada entre los que temen perder sus rentas de posición, mediocres privilegios y seguridades vulnerables y los que viven en precario, en sus trabajos y en sus derechos, sin otro horizonte vital que el de la incertidumbre, sin otra garantía que la de no poder alcanzar el nivel de sus expectativas. Es una sociedad que necesita del Estado del bienestar, pero precisamente éste no llega, o no lo suficiente, a los que más lo necesitan. El muy loable propósito de defender el Estado del bienestar como “nuestro Estado de derecho” (2) olvida que este programa no garantiza el “bienestar”, por insuficiente o inadaptado a las necesidades de hoy a gran parte de los que más lo necesitan: los mileuristas y los desocupados, los jóvenes que no pueden acceder a la vivienda y los inmigrantes sin derechos reconocidos, los fracasados de la escuela y los excluidos por la fractura digital. Y los que viven en el círculo vicioso de la marginación, en urbanizaciones periféricas o en barrios degradados, lejos de todo y demasiado cerca de los que viven la misma situación o peor que ellos. En estos espacios urbanos y en estas sociedades atomizadas la izquierda se pierde. Por medio de una gestión municipal correcta, atenta a sus electores, más reproductora que innovadora (más de lo mismo), mantiene su presencia institucional. Y por medio de la televisión reproduce un apoyo electoral general facilitado por el extremismo reaccionario de la oposición conservadora. Pero hay disolución de su presencia como fuerza social, cultural y política, por falta de arraigo militante en el territorio, especialmente entre los sectores sociales más discriminados en unos casos y más reactivos en otros. Y, sobre todo, hay disolución de su discurso. Si hay crisis de la ciudad (riesgo de degeneración y oportunidad de re-creación a una escala mayor) la izquierda debiera proponernos en el presente un proyecto de ciudad futura. Es indudable que los gobiernos locales progresistas han sabido desarrollar políticas positivas en la ciudad compacta heredada, especialmente de reconstrucción de los espacios públicos y de mantenimiento relativo de la mixtura social y funcional. Pero la izquierda, desde los gobiernos o desde la oposición, no es capaz de proponernos políticas de resistencia y alternativa a los efectos perversos de la globabalización que se manifiestan especialmente en los territorios donde se está desarrollando la ciudad futura, los vastos espacios urbanizados sin calidad de ciudad. Al contrario, mediante políticas sectoriales y cortoplacistas acaba sometiéndose a la lógica segregadora y excluyente del mercado y contribuye en muchos casos a la disolución de lo ciudadano. A lo que gobernantes (derechas e izquierdas confundidas) y grandes empresas añaden en nombre de la competitividad y del marketing urbano la ostentación arquitectónica, el neomonumentalismo de exportación, que banalizan la ciudad y alienan a los ciudadanos, puesto que en muchos casos esta arquitectura de autor parece destinada a provocar sentimientos de expropiación en vez de la identificación o la emoción integradoras. Las cúpulas políticas, en especial las de izquierdas, periódicamente declaran que hace falta construir una gobernabilidad metropolitana para construir la ciudad del futuro. Pero cuando gobiernan evitan hacerlo pues parece que a la mayoría ya les va bien la fragmentación y la superposición de organismos actuales. Solo nos proponen proyectos de arquitectura institucional sin otra lógica que la burocrática (o la personal) de los que las defienden. Véase el lamentable espectáculo que nos ofrece la política catalana incapaz de proponer soluciones avanzadas sobre la organización del territorio, la gobernabilidad metropolitana, la legislación electoral, la participación ciudadana y la racionalización administrativa. La cultura estatista y partitocrática es común a los que proceden de la tradición social-demócrata como a los que han adherido al social- liberalismo. Sus líderes políticos e intelectuales se mueven entre las abstracciones del Estado, de la economía global y de las encuestas de opinión. La ciudad de carne y hueso, de gentes con deseos y necesidades que se entremezclan en cada uno de ellos y que demandan respuestas integradas y próximas les queda muy lejos. Cerca, en el mejor de los casos están los gestores locales del día a día, inevitablemente conservadores de lo único que tienen, la proximidad, que no es suficiente para enfrentarse con las dinámicas actuales que reducen las libertades urbanas y acrecientan las desigualdades en el territorio. 3. Conflictividad en el territorio y asimetría política. Es casi un lugar común en Europa la idea de que la contradicción propia a nuestras sociedades se ha trasladado del ámbito de la empresa al del territorio, es decir de la contradicción capital-trabajo a la de las políticas públicas (por acción u omisión)-condiciones de vida (reproducción social). Sin embargo esta contradicción aparece confusa por la multiformidad de los objetos o materias que la expresan, tan dispares como la vivienda y la seguridad, el trabajo precario y la inmigración, la protección del medio ambiente o el patrimonio y la movilidad. Una confusión que dificulta la construcción de proyectos simétricos oponibles. A esta asimetría se añade la derivada de la diversidad de sujetos, con intereses a su vez contradictorios y que difícilmente son capaces de definir un escenario compartido en el que negociar el conflicto (solamente si el conflicto se agudiza y en casos puntuales). Denominamos esta conflictividad como asimétrica cuando los actores en confrontación no pueden definir objetivos negociables o no están en medida de asumir responsabilidades. Un caso extremo de conflictividad es cuando se da una rebelión “anómica” (por ejemplo las protestas de los “banlieusards” de Paris). Y un ejemplo de conflictividad sin contraparte que asuma responsabilidades es cuando hay una diversidad confusa de actores como ocurre actualmente con el conflicto de las infraestructuras en Catalunya. Se puede argumentar que esta problemática afecta a la izquierda, que se encuentra con frecuencia entre y en las distintas partes en conflicto pero que difícilmente puede evitar esta situación puesto que lógicamente está en las instituciones y también representa a la ciudadanía implicada. Pero la cuestión que interesa en este caso no es la complejidad del conflicto sino la debilidad de las políticas de la izquierda institucional en estos casos. Una debilidad que se deriva más de la inconsistencia teórica y la laxitud de los valores morales que del carácter de las personas o las opciones coyunturales de los partidos. Una debilidad de los principios y de los valores que conduce al oportunismo electoral y a la gestión rutinaria. Veamos un conjunto de cuestiones conflictivas, que se expresan en ámbitos territoriales de proximidad. Temas que pueden servir como test para evaluar si la izquierda es portadora de un proyecto de futuro más democrático o es simplemente una gestora del presente, con sus progresos adquiridos y sus contradicciones y retrocesos permanentes. La precariedad del trabajo. La evolución de la economía de mercado ha “naturalizado” la precariedad del trabajo asalariado, la consecuente desvalorización del puesto de trabajo y del proceso adquisitivo de la cualificación profesional. La izquierda gobernante ha implementado medidas correctoras de los efectos más negativos de la precariedad (seguro de desempleo, programas de formación continuada, duración mínima de los contratos de trabajo, reducción de la jornada, etc.) pero no es portadora de un proyecto global valorizador del trabajo y de la profesionalidad de todas las actividades como han planteado algunas corrientes sindicales (por ejemplo Trentin, exsecretario general de la CGIL, la confederación italiana). Por otra parte si tenemos en cuenta la entrada tardía en el mercado de trabajo, los casi inevitables periódos de desocupación que acechan a gran parte de la población activa y la jubilación de personas cuando aun disponen de dos o más décadas de esperanza de vida plantea la cuestión de la necesidad de unos ingresos mínimos garantizados. Actualmente las desigualdades y las incertidumbres caracterizan los actuales sistemas de pensiones. La propuesta de una renta básica universal es seguramente discutible en su concepción y de difícil implementación pero indica la existencia de un problema que requiere una solución global. La vivienda y el suelo. La vivienda es un derecho básico recogido en los textos constitucionales y en las cartas de derechos humanos pero solamente es un principio orientador de las políticas públicas, es decir se trata de un “derecho programático”, no garantizado por el Estado de “derecho”. Hoy se ha convertido en uno de los grandes problemas sociales para amplios sectores de la población y al mismo tiempo una de las principales fuentes de beneficios especulativos, tanto del capitalismo financiero como de un extenso y variopinto mundo de propietarios de suelo, promotores y constructores. La urbanización, la construcción de viviendas y las obras civiles son seguramente el principal factor de corrupción política y social. En España, bajo gobiernos de izquierda y de derecha se ha destruído por igual el paisaje costero, la urbanización extensiva ha favorecido la mayor especulación del suelo de nuestra historia, se han construído centenares de miles de viviendas que no tienen comprador o localizadas tan lejos de los centros de trabajo y de servicios que generan altos costes sociales y ambientales. La izquierda ha abandonado sus objetivos clásicos: propiedad pública del suelo urbanizable y urbano, prioridad a las viviendas de alquiler (que no debiera superar el 10% de los ingresos familiares), continuidad y mixtura de los tejidos urbanos, etc. Y cuando se proponen medidas correctoras, como la reciente legislación sobre las plusvalías urbanas, son de una timidez increíble (recuperación por parte del sector público del 15% de estas plusvalías! ¿porqué no del 90 o del 100%?). La reciente ley catalana sobre el “derecho a la vivienda”, cuyo proyecto no iba más allá de otras leyes similares vigentes en los países occidentales, ha sido desnaturalizada tanto en el debate parlamentario como en la negociación social. En estos casos la mayoría de los representantes de la izquierda, tanto aquí como en Madrid, han demostrado convicciones muy débiles frente a los intereses privados. No encontramos hoy en la izquierda una comprensión clara sobre “el derecho a la vivienda” y menos aún sobre “el derecho a la ciudad”, una cuestión de la que depende nuestro futuro como izquierda. Las infraestructuras y movilidad de los ciudadanos. El actual debate sobre las infraestructuras parece centrarse en una disputa sobre el nivel institucional al que corresponde la principal responsabilidad de gestión. Sin duda es un tema importante y parece probable que una gestión de proximidad de las redes ferroviaria y viaria, de los puertos y de los aeropuertos sería sin duda más eficaz al estar más sometida al control social. Pero no es un debate derecha-izquierda y sorprende que ambas coincidan en las mismas propuestas “incrementalistas” a pesar de que en muchos casos suponen costes sociales y ambientales difícilmente sostenibles. Parecería lógico que la base de partida de la izquierda fuera el reconocimiento del “derecho a la movilidad”, hoy fundamental, que debe considerarse un derecho universal, para todos, para cada día y a todas las escalas. En consecuencia debería priorizarse la movilidad más masiva y más cotidiana, como son las redes de cercanías, lo cual no sucede ahora. Las infraestructuras son también el principal motor de la urbanización y corresponde especialmente a la izquierda favorecer los desarrollos urbanos apoyados en la compacidad de los tejidos urbanos. No es así, los ejemplos en España y en Catalunya indican que no se asume ni el derecho a la movilidad ni el buen uso de las infraestructuras para hacer ciudad. En España se mantienen los modelos radiocéntricos y la política del “caballo grande, ande o no ande”. Y en Catalunya es suficiente analizar los programas viarios para constatar que sirven más a la especulación inmobiliaria que al derecho a la ciudad. La seguridad ciudadana. De nuevo nos encontramos con discursos y prácticas que se caracterizan por las ambivalencias, las contradicciones y finalmente la sumisión a valores y comportamientos más propios de una derecha conservadora y excluyente, que excita los estados de opinión más primarios. La creación de ambientes seguros es un derecho fundamental para el conjunto de la población y es una obligación de las políticas públicas garantizarlo. Especialmente para los colectivos que por razones diversas son más vulnerables, sufren discriminaciones y demandan protección. Pero la inseguridad procede de muchas causas: desocupación o precariedad del trabajo, entorno urbano inhóspito, pobreza, presencia de colectivos culturalmente distintos y percibidos como potencialmente “peligrosos”, debilidad del tejido social, etc. Por otra parte vivimos en una época en que la política del “miedo” se ha convertido en un instrumento manipulador de la opinión pública por parte de los gobernantes más reaccionarios. Lamentablemente esta política ha contaminado a las izquierdas gobernantes y en bastantes casos han asumido el discurso securitario y la práctica de la represión preventiva en contra muchas veces de los colectivos más vulnerables. El ejemplo más próximo y más escandaloso es el de las Ordenanzas para la convivencia aprobadas por el Ayuntamiento de Barcelona, en las que se criminaliza a colectivos sociales enteros (vendedores ambulantes, prostitutas, mendigos, limpiacristales, sin techo, etc) y se imponen sanciones tan exageradas como inaplicables (3). Todo ello en nombre del “ciudadano normal” que tiene derecho “a no ver aquello que le disgusta”. Unas ordenanzas que la dirección del PSOE ha declarado que deberán servir de modelo a todos los ayuntamientos de España en los que participe en el gobierno. Incluso han sido bien recibidas por otros gobernantes de la izquierda europea como el alcalde de Bolonia, durante décadas considerada la ciudad modelo de la gestión progresista. Entendámonos: no se trata de defender una política permisiva, todo lo contrario. Creemos que la policía de proximidad, la justicia local rápida, la sanción inmediata de los comportamientos incívicos, etc. forman parte de unas políticas públicas que deben ser propias de la izquierda pues afectan a la gran mayoría de los ciudadanos. Pero la base de partida debe ser la consideración de todos los ciudadanos por igual, la protección de los más débiles y la construcción de unos ámbitos de convivencia que promuevan el conocimiento mutuo, la cooperación entre los ciudadanos y la solidaridad con los más débiles o discriminados. Curiosamente las “ordenanzas” citadas si bien proclaman al inicio su intención de sancionar los comportamientos racistas o xenófobos luego se olvidan de concretar esta buena intención en el articulado. El derecho a la seguridad hoy no parece que por ahora esté elaborado y asumido por la izquierda gobernante como propio, simplemente se apunta a la ideología y a las prácticas más conservadoras. Una ideología y unas prácticas que criminalizan a los pobres, a los jóvenes sin horizontes de los sectores populares y a los inmigrantes. La Escuela pública y la religión. La Escuela pública, obligatoria y laica ha sido históricamente una de las grandes conquistas de la izquierda, en su triple objetivo. Garantizar una formación básica para todos los ciudadanos como medio de promover un desarrollo económico y social más justo y más eficaz. Crear un mecanismo de movilidad social ascendente al alcance de los sectores populares y de los colectivos que sufren discriminación y exclusión. Y por último formar ciudadanos para la democracia, mediante una educación que no imponga creencias que pretendan monopolizar la verdad y que signifiquen menosprecio para otras de signo diferente. Actualmente la combinación entre los afanes de distinción de los sectores sociales acomodados por una parte y el accesos al sistema educativo de los sectores populares, incluidos los procedentes de la inmigración, ha provocado una fuerte fractura en el sistema educativo. A ello ha contribuido el nefasto comportamiento de una parte importante de la Iglesia católica, defensora de privilegios heredados de la dictadura y convertida en gran empresa que ha hecho de la enseñanza un negocio y una fuente de poder y de influencia. La izquierda institucional ha entrado en este juego, políticamente y también personalmente. Envía a sus hijos a la escuela privada, incluso religiosa, y admite que las escuelas concertadas practiquen la discriminación (por ejemplo respecto a la población inmigrante) y incluso incluyan en sus enseñanzas obligatorias la religión. Esta debilidad ha traído consigo un retroceso progresivo del laicismo y ha permitido que incluso se admita la enseñanza de la religión (no la historia de las religiones) en la escuela pública. El resultado es que ninguno de los tres objetivos de la escuela pública, obligatoria y laica se cumplen. Los servicios públicos urbanos y la sanidad: las multinacionales contra la democracia. Lo sabemos todo el mundo y es profecía: existen unas relaciones oscuras, importantes nichos de corrupción pública y posiciones privilegiadas de grandes empresas de servicios que generan enormes beneficios privados que pesan sobre los contribuyentes y sobre la calidad de las prestaciones. Es indiscutible que uno de los principales avances promovidos por la izquierda y su proyecto, hoy ya histórico, del “estado del bienestar, ha sido el establecimiento de un sistema de servicios públicos “universales” o de interés general. Este sistema está hoy afectado de un proceso de deterioro creciente debido principalmente a dos factores. Primero la relativa inadecuación de la oferta a las nuevas realidades urbanas caracterizadas por la difusión del habitat y la mayor escala de la segregación social. Las poblaciones menos solventes estarán peor servidas tanto en transporte público como en equipamientos socio-culturales y también en acceso a las actuales tecnologías de información y comunicación (la “fractura digital). Y segundo: las situaciones de monopolio de facto garantizan una impunidad que permite que los deficits de inversión y de mantenimiento fragilicen las prestaciones como ocurre ahora en agua y energía. Y no deja de ser una escandalosa paradoja que estas mismas empresas de servicios utilicen las políticas públicas de cooperación para instalarse en países menos desarrollados en los que fuerzan contratos leoninos y transfieren tecnologías costosas y poco adecuadas . La cultura de izquierda debiera recuperar algo tan elemental y que forma parte de su razón de ser como es la propiedad colectiva de bienes básicos de la humanidad, por lo menos de los 4 bienes clásicos: el agua, el aire, el suelo y el fuego (la energía en términos actuales). No es posible que estos bienes sean objeto de apropiación privada y en consecuencia de lucro para unos y de exclusión para otros. La gestión del agua es privada y una parte importante de la población del mundo no tiene agua potable por no poder pagarla. Se compra el derecho a contaminar y los países dominantes contaminan así a las poblaciones más pobres. La propiedad privada del suelo es uno de los principales factores generadores de marginación social, de especulación privada y de corrupción pública. Y las mayores fortunas se generan en los sectores energéticos y se distribuyen según los niveles de solvencia de las demandas, con la paradoja que en muchos casos las poblaciones y los territorios productores de fuentes energéticas no pueden acceder a las mismas. La sanidad pública merece una reflexión específica. Una de las conquistas del estado del bienestar es que garantiza la atención a toda la población (incluida la que no tiene reconocida la ciudadanía). Este sistema que sufre hoy de un evidente agotamiento, por sus altos costes de mantenimiento y por su organización administrativa poco adecuada pues se caracteriza por una oferta dirigida a demandas masivas y no siempre adaptada al tratamiento de situaciones locales y poblaciones heterogéneas. Se ha producido un considerable aumento de la demanda debido a la tendencia a la medicalización de cualquier malestar y por los progresos de la atención médica asi como por el debilitamiento de la estructura familiar y el acceso de la mujer al trabajo fuera de casa. Ante esta crisis se han tendido a dar respuestas economicistas y gestoras, basadas en la privatización de la atención y en la autonomía de los centros. Sin entrar ahora a discutir estas tendencias nos llama la atención una omisión: la negativa influencia de las multinacionales de la industria farmacéutica que estimulan la hipermedicalización, excluyen a las demandas menos solventes del acceso a muchos medicamentos y multiplican sus beneficios a costa precisamente de los contribuyentes que alimentan los fondos públicos y privados asistenciales. La cuestión de las multinacionales es más general pero el caso de la industria farmaceútica es probablemente de los más escandalosos y tiene una dimensión vinculada a la cotidianidad y a un derecho tan básico como la salud. Sería lógico esperar que la izquierda, tanto en la escala local como en la global, tuviera una posición de denuncia y confrontación con estas multinacionales, promoviendo urbi et orbi los medicamentos genéricos, difundiendo las fórmulas para que éstos llegaran a todos los países más pobres, imponiendo condiciones a la producción y distribución de medicamentos fabricados por el sector privado, creando redes locales de distribución alternativa y priorizando la investigación en los centros públicos. Y en general, que se nos evitara la vergüenza de ver tratar a las empresas multinacionales (las financieras, las de servicios, las energéticas, etc) como representantes del interés nacional por el hecho de tener su origen en el país (como actúan ahora, gobierno, partidos políticos y medios de comunicación en relación a las nuevas políticas que emergen en América latina). La inmigración. El discurso y la práctica de la izquierda institucional es en este caso de una ambigüedad que va más allá de la inevitable consideración de los límites que tanto los marcos económico y legal (nacionales y europeos) como el estado de la opinión pública imponen a una política de la inmigración. Se practica la contradicción o el doble discurso entre los principios que se proclaman y las normas que se imponen. Véase si no la ley de extranjería que promovió el gobierno socialista en los años 80: en la exposición de motivos se decía que el objetivo era reconocer y proteger los derechos de los inmigrantes mientras que el texto articulado era un compendio de limitaciones al ejercicio de derechos básicos. Se hacen declaraciones oportunistas e hipócritas negando la regularización de los “ilegales” cuando todos sabemos que es inevitable que la población establecida en el país, que trabaja y paga impuestos, acabe siendo regularizada, lo cual deberá hacerse periódicamente. Se omiten los injustos costes sociales que debe asumir este ejércitos de reserva de mano de obra que trabaja en precario mientras espera que al cabo de unos años sea regularizado. Se ponen trabas a derechos tan básicos como el reagrupamiento familiar o el ejercicio de los derechos sindicales. No reclamamos que la izquierda practique una política de puertas abiertas en permanencia pero si que admita el derecho de los habitantes del mundo a tener un proyecto de vida propio y establezca cauces regulares y dignos para recibir una población que igualmente llega a nuestros países desarrollados. También aquí faltan principios claros y los más importantes son los que se refieren a los derechos de los inmigrantes. El derecho a la dignidad, al reconocimiento de su identidad, el trato basado en la “acción positiva” para facilitar su proceso integrador, la sanción al maltrato provenga de la sociedad civil o de los funcionarios públicos, la difusión de sus valores y de sus aportes al país al que llegan. Por ejemplo: los datos nos dicen que el nivel medio educativo de los inmigrantes es superior al de los españoles, y que la tasa delictiva (si excluimos la irregularidad legal) es igual al del resto de la población. La cuestión fundamental desde una cultura democrática es reconocer a los inmigrantes instalados en el país de acogida como ciudadanos de plenos derecho. No hay argumentos admisibles que puedan negar este principio. Para la izquierda es un test ineludible. La población de origen no comunitario con residencia legal debe ser sujeto de los mismos derechos que los nacionales, incluidos todos los derechos políticos. 4.Sobre la reconstrucción de una cultura de izquierdas. Tres reflexiones breves y generales En este breve y apresurado artículo no pretendemos ni mucho menos analizar todos los nuevos desafíos de debe afrontar la izquierda. Solamente indicamos algunos temas vinculados, y no todos, vinculados al territorio de proximidad, el marco de vida habitual de los ciudadanos. La idea central de esta nota es que la izquierda, si quiere ser fiel a sus objetivos históricos de libertad e igualdad, a su vocación internacionalista y de estar al lado de los son a la vez víctimas necesarias y resistentes potenciales de un sistema basado en el despilfarro global y el lucro personal, debe reconstruir sus bases teóricas y sus valores morales. Una línea de trabajo que promete ser productiva es repensar los derechos ciudadanos correspondientes a nuestra época (4). Uno de ellos puede ser el “derecho a la ciudad”, que integra los derechos que hemos citado anteriormente: a la vivienda, al espacio público, al acceso a la centralidad, a la movilidad, a la visibilidad en el tejido urbano, a la identidad del lugar, etc. En otras dimensiones de la vida social, económica y política es preciso reelaborar y precisar “nuevos derechos” que se distinguirán por su mayor complejidad respecto a los tradicionales que sirvieron de emblema a las revoluciones democráticas y a las reformas sociales de la vieja sociedad industrial. Optamos por conceptualizar estos derechos como ciudadanos y no “humanos” por considerar que forman parte del estatuto de ciudadanía, es reconocer a la persona como sujeto de derechos y deberes que le hacen libre en el territorio en el que ha elegido vivir e igual a todos los que conviven en este territorio. Una segunda línea de reflexión es la de repensar el proyecto de sociedad hacia el que se aspira, como un horizonte ideal, más que como un modelo armado (tan especulativo como peligroso). El proyecto de sociedad no se inventa, nace de tres fuentes: la memoria histórica democrática, la crítica teórica y práctica de la sociedad existente y las aspiraciones y objetivos que emergen de los conflictos sociales en los que se expresan valores de libertad y de igualdad. La izquierda, después del fracaso y del justo rechazo de los modelos de tipo “soviético” y del agotamiento del “estado del bienestar” tradicional tiene miedo de pensar un “otro mundo posible”. Sin embargo tanto los ideales históricos del socialismo y del comunismo como las prácticas de los movimientos de los trabajadores y en defensa de la democracia así como las realizaciones del “welfare state” no solo representan un patrimonio positivo sino que son también unas bases para repensar el futuro. Causa vértigo el vacío cultural de la izquierda, que no quiere mirar hacia atrás ni se atreve a imaginar hacia delante. Y en España especialmente. La izquierda institucional teme el debate sobre la memoria histórica y evita la reflexión que cuestione el modelo capitalista despilfarrador que caracteriza nuestro modo de vida. Y finalmente una tercera línea de trabajo requiere vincular en el pensamiento teórico y en la práctica política lo “local” (o nacional” y lo “global” (o internacional). Cuando viajamos a América latina o a Africa, forzosamente debemos pensar en términos “globales”. No solo por la inevitable comparación entre las situaciones que percibimos y las que vivimos en nuestro país. Pero es sobretodo la inmediata comprensión de que las situaciones que golpean nuestra sensibilidad y nuestra razón sabemos que en gran parte son debidas a las relaciones pasadas y presentes con nuestro mundo. Y nos resulta ofensivo regresar y leer las declaraciones de los políticos, incluso de la izquierda, y de los medios de comunicación, incluidos los “progresistas”, defendiendo a occidente, sus sistemas y sus empresas, y denunciando bajo el nombre supuestamente infamante de “populismo” cualquier crítica o amenaza a los intereses neocoloniales de gobiernos y empresas. Si contemplamos a “nuestra izquierda” desde el mundo africano o latinoamericano, siento mucho constatar que nos parece que es una derecha, ignorante, insolidaria, arrogante e injusta. Recuperar el “internacionalismo” en el marco de la globalización es una asignatura pendiente de la izquierda occidental. 5. A modo de epílogo: retorno a la ciudad y elogio del azar. No confío mucho en la disposición a pensar, como se recomienda en el punto anterior, de la izquierda institucional, gestora del día a día y sin otro horizonte que el de las próximas elecciones. Como tampoco creo que la política se construya en los laboratorios de investigación y en los seminarios académicos solo nos quedan los movimientos políticos alternativos (globales) como los que combaten la globalización del mundo real en nombre de otro mundo posible y los movimientos sociales y culturales de resistencia (locales) que defienden identidades o intereses colectivos legítimos pero limitados. Solo nos queda esperar que entre la política institucional, los ámbitos de investigación y debate intelectual y los movimientos globales y locales se generen intercambios y transferencias que pueden sentar las bases de una izquierda pragmática en su acción y radical en sus objetivos. Como no se pueden inventar los puentes entre estos actores tan distintos y tan distanciados solo se me ocurre confiar en el azar. Y en la ciudad. En la “serindipity” de la ciudad. Si no supieran el origen de esta palabra se lo explico (5). La “inventó” el escritor inglés Horace Walpole a partir de un relato, Aventuras de los tres príncipes de Serendip, país que luego se llamó Ceylan y actualmente Skri-Lanka. Los tres príncipes en su viaje descubren, siempre sin buscarlo y por intervención del azar, una multitud de hechos curiosos y muy novedosos para ellos. La “serindipity” puede entenderse como encontrar lo que no se busca (el Viagra es producto de unas investigaciones sobre la hipertensión). O como resultado del azar que establece conexiones imprevistas entre personas o entre éstas y hechos. La serendipity obviamente supone una disposición a observar, aprender, relacionar. Y para que el azar actué es preciso que el medio en el que puede producirse la serindipity sea denso y diverso, que genere múltiples contactos imprevistos, que los sujetos perciban hechos que no forman parte de sus trabajos ni de su cotidianidad, que en cualquier esquina pueda aparecer la sorpresa o la aventura (como dice la cita de Breton que aparece al inicio de este texto). (6) La ciudad, real e imaginaria, la ciudad compacta y heterogénea, se caracteriza por la talla de la población y la velocidad de las conexiones que hace posible, es decir que multiplica las interacciones entre actores muy diversos. El peligro puede residir en un exceso de planificación racionalista, de ordenamiento funcional, de programación de las conexiones, de previsibilidad de los comportamientos. Sennett en una de sus primeras obras ya alertaba contra los efectos perversos del urbanismo funcionalista y reclamaba una ciudad que fuera lugar de encuentros múltiples entre gentes diferentes. Y el director de urbanismo de la City de Londres exponía en un encuentro internacional que los “pubs” eran el lugar más idóneo para la innovación económica y cultural pues los encuentros informales eran muchas veces los más productivos.(7) No proponemos que los militantes pensantes se distribuyan por las cafeterías y suban y bajen de los tranvías. Pero si que hagamos del urbanismo una cuestión “política”. Las dinámicas actuales tienden atomizar la ciudad, a segregar grupos sociales y actividades, a reducir los intercambios entre ciudadanos, substituídos por relaciones entre servicios y usuarios, equipamientos y clientes. Como dice Ascher ”el urbanismo debe producir lugares, momentos y situaciones favorables a la serendiputy”. La ciudad es el lugar de la historia, de la innovación cultural y política, es el entorno en el que se puede recrear y desarrollar la izquierda. Hoy hay tendencias disolutorias de la ciudad y de la ciudadanía. Es el doble desafío al que se enfrenta la izquierda: reinventar la ciudad y reinventarse a sí misma en la ciudad. NOTAS: (1) La ciudad conquistada, Jordi Borja, Alianza Editorial 2003. (2) La izquierda sin crisis, José Mª Ridao, El País, 25-11-2007. (3) Inseguretat ciutadana a la societat de risc, J.Borja, Revista Catalana de Seguretat Pública, nº 16, 2006. (4) Los derechos ciudadanos, J.Borja, Documentos, Fundación Alternativas, Estudios, nª 51, 2004 (incluye una amplia bibliografía). (5) La ville c’est les autres, François Ascher, CCI-Centre Pompidou, 2007 y Examen clinique, journal d’un hypermoderne, Editions de l’Aube, 2007. (6) Nadja, André Breton, Gallimard, 1964. (7)The uses of disorder : Personal Identity and City Life, New York 1970 (versión castellana, Ediciones Península, 1975). La cita del director de urbanismo del Distrito de la City de Londres se refiere a una intervención en el Seminario de Grandes Ciudades, Centro Cultural San Martín, posteriormente publicado por el Gobierno de la ciudad de Buenos Aires (1997).
Jordi Borja es profesor de la Universitat Oberta de Catalunya

martes, 22 de abril de 2008

EL CLIMA ESTA EN NUESTRAS MANOS

EL CLIMA ESTA EN NUESTRAS MANOS de TIM FLANNERY Editorial TAURUS 2007
MADRID Precio: 15 euros.
Con su best-seller internacional La amenaza del cambio climático, Tim Flannery logró cambiar la opinión y la actitud de mucha gente hacia el calentamiento global. El clima está en nuestras manos es una nueva edición concisa y revisada de su libro anterior, con la que busca acercar la realidad del cambio climático a lectores de nueve a noventa y nueve años.En este apasionante libro, Tim Flannery habla de ciclones y sequías, de arrecifes de coral y osos polares, de energía eólica y energía nuclear… Nos recuerda que el clima nos une a todos —desde al Ártico hasta el desierto australiano—, y que influimos decisivamente en él mediante el uso de nuestros combustibles, nuestra agua y nuestra tierra. Nosotros provocamos el cambio climático.

Una izquierda que no se dio cuenta....

Diario Publico (21/4/08)
La izquierda alternativa no pasa por sus mejores momentos. Al desolador resultado electoral sufrido en España hay que agregarle el resultado de las elecciones italianas y el anterior proceso de las presidenciales francesas. La izquierda alternativa en España, Italia y Francia, con diferentes sistemas electorales y en contextos políticos diversos, se halla en la encrucijada ante apoyos electorales que no rebasan el 4%.Mal de muchos, no es consuelo de tontos, es epidemia. El debate se debe abrir en profundidad. Un debate a tumba abierta, nunca mejor dicho. Que, sin prejuicios ni ataduras, sirva para buscar la mejor herramienta y el mejor proceder de vehiculizar el pensamiento de la izquierda alternativa en la sociedad y en las esferas de la política, hoy alejadas. En definitiva, pensar y repensar cómo volvemos a entrar en la política. No nos dimos cuenta de lo que estaba pasando a nuestro alrededor y ahora nos toca hacerlo forzados por la realidad.Por ello, es un error, en el caso de IU, atrasar la Asamblea al mes de noviembre; en Italia la han convocado para julio. Con ello, sólo se consigue atrasar el futuro y permanecer en el pasado. Asimismo, no es hora de cobrar facturas pasadas, sino, más bien, de mirarnos al espejo. De hacer inventario de nuestro patrimonio, de nuestras personas, ideas y responsabilidades institucionales; de percibir nuestros errores; de construir herramientas más eficaces. Apostando por la renovación, a fondo.Soy consciente de que la palabra renovación adquiere en demasiadas ocasiones un concepto mágico, taumatúrgico, y que a veces es empleada al uso de la novela Gatopardo de Lampedusa: Algo debe cambiar para que todo siga igual.Desde mi punto de vista, muchas cosas deben cambiar. Debemos ser capaces de construir una nueva organización. Una organización política adaptada a la cultura del siglo XXI. Comprometida, a la vez que cómoda. Ágil, a la vez que participativa. Reflexiva, a la vez que actual. Plural, a la vez que amable. Una nueva construcción organizativa cuya base sea el empoderamiento por parte de todos y cada uno los miembros del colectivo.Nuestra potencialidad se encuentra en la participación directa y democrática no sólo de los afiliados y afiliadas, sino también de nuestros electores. No se trata de constituir un asamblearismo permanente, donde los más tenaces triunfen. Se trata de construir conceptual y operativamente una organización donde el que es miembro participe decidida y decisoriamente.Para ello, es preciso suprimir las operaciones de autocartera que los aparatos intermedios realizan para no perder el poder. Es decir, que se desinflen los censos como pudimos apreciar en el resultado de las primarias. Recuerdo que una de las primeras medidas del PSOE bajo la nueva dirección de Zapatero fue la regularización y actualización del censo desde la obligatoriedad de la cuota bancaria. Bajaron prácticamente a la mitad su censo; pero sin duda hicieron a su organización más fuerte y transparente.Por otra parte, la nueva organización debe partir de lo existente. Es mentira que se pueda construir desde las cenizas, desde ellas sólo sale humo. Se construye desde lo existente, partiendo y contando con nuestro patrimonio; exiguo pero con activos. Así han avanzado y progresado todas las culturas.No soy de los que está en política por vocación devota, ni considero a sus organizaciones como ídolos de adoración. Soy de los que considera que la política debe ser socialmente últil. Su razón de ser es la utilidad, no la identidad. Por ello, más allá de los debates orgánicos, políticos, ideológicos surge una pregunta preliminar y básica. Una cuestión a la que cada uno, por sí solo, debe responder. Cabe preguntarse: ¿El espacio de la izquierda alternativa tiene futuro? ¿Es útil la herramienta de IU? ¿Es el PSOE o los partidos de extrema izquierda los que representan nuestras ideas?Mi respuesta es que somos diferentes, que tenemos otro valor. Que si desaparece ese proyecto político, muchos ciudadanos y ciudadanas quedamos políticamente huérfanos. Poseemos nuestra propia identidad, nuestro propio espacio y nuestras propias ideas. Y para que éstas sean fértiles deben ser abonadas en la sociedad, no encerradas en nuestro espacio. Mezclémonos, dejémonos contaminar por el resto de los ciudadanos y ciudadanas, para aprender. Debemos ser capaces de simpatizar con quien nos acompaña; si no, mal podremos avanzar. Para ir rápido, mejor sólo; para ir lejos, acompañado.Existe un espacio social para una izquierda unida, roja, verde, feminista, federalista y republicana. Es el espacio de la izquierda alternativa de Europa, dentro de una componente alterglobalizador.No estamos solos, nuestro pensamiento es compartido por millones de personas en Europa y en el mundo.Una última reflexión, en este caso táctica: los aviones vuelan con dos alas, la izquierda y la derecha, ambas son necesarias; pero es el motor el que lo hace volar. Sólo desde la centralidad, se puede dirigir un proyecto de IU que una lo diverso y visualice un horizonte más abierto que el actual. Por todo ello, no perdamos el norte, o el sur, por muy mareada que se encuentre en estos momentos la brújula.
Félix Taberna es responsable institucional de IU Ilustración de Iván Solbes

lunes, 21 de abril de 2008

Los costes políticos de la transición.

Publicado en El Periodico, 1 de abril de 2008. La desaparición de Izquierda Unida como grupo parlamentario es resultado de una ley electoral aprobada durante la transición para debilitar las izquierdas.
Los resultados de las última elecciones legislativas a las Cortes Españolas muestran las grandes limitaciones democráticas del sistema electoral español. El PSOE y el PP tuvieron 11 y 10 veces más votos que IU-ICV y en cambio obtuvieron 84 y 76 veces más diputados que éste último partido. Debido al enorme desequilibrio de las reglas que rigen el sistema electoral español, IU-ICV, el partido que obtuvo casi un millón de votos, convirtiéndose en la tercera fuerza política del país en cuanto apoyo popular, consiguió sólo dos parlamentarios de un total de 350. Voces nacionalistas españolas han atribuido tal desfase a una excesiva influencia –según ellos- de los nacionalismos periféricos y muy en especial de los partidos nacionalistas catalanes. Así, señalan la injusticia de que CiU y ERC, por ejemplo, tengan muchos menos votos que IU-ICV y en cambio consigan más parlamentarios. Basadas en esta interpretación, tales voces están pidiendo reformas de las leyes electorales que disminuyan su número de escaños. Una mirada objetiva a los datos muestra, sin embargo, lo insostenible de tales tesis. CiU obtuvo el 9 de Marzo el 3% de los votos y el 2,9% de diputados. Y ERC obtuvo el 1,2% de los votos y menos del 0,9% de escaños. Aunque la discriminación a estos dos partidos es mucho menor que la discriminación a IU-ICV (que obtuvo el 3,8% de los votos y consiguió sólo el 0,6% de los diputados), el hecho es que la discriminación de la IU-ICV no puede atribuirse a una sobrerepresentación de CiU y ERC. En realidad, si los diputados se distribuyeran proporcionalmente al apoyo popular, IU-ICV obtendría 14 diputados, ERC cuatro diputados y CiU mantendría los que ya tiene. ¿Cuál es la causa de esta discriminación? La respuesta técnica es que el sistema electoral español favorece a los partidos mayoritarios a costa de los partidos minoritarios. Pero esta explicación es insuficiente, porque lo que debería preguntarse es porqué tal sistema fue el elegido y no otro, durante el proceso de transición de la dictadura a la democracia, un proceso que durante muchos años se definió como modélico, sin nunca preguntarse ¿modélico para quién?. Tal sistema ha beneficiado a unos partidos y a unos grupos sociales a costa de otros. En realidad, el proceso de transición distó mucho de ser modélico. Se hizo en condiciones de gran poder de las derechas y de gran debilidad de las izquierdas, lo cual significó que el diseño del sistema electoral benefició sustancialmente a las derechas. El sistema que diseñó el gobierno Suárez se basó en las provincias, a las cuales se les dio el mismo número mínimo de representantes independientemente de su tamaño, lo cual significó un enorme protagonismo de la España no urbana sobre la urbana, donde vive y trabaja la clase trabajadora. Adolfo Suárez hizo el primer borrador del sistema electoral analizando las últimas elecciones que tuvieron lugar durante la II República. El objetivo de este diseño era, como declaró en su día el expresidente Leopoldo Calvo Sotelo y más recientemente, el colaborador de Suarez, el Sr. Herrero de Miñón, minimizar la influencia parlamentaria del Partido Comunista, la fuerza que había liderado la resistencia antifranquista y que la derecha española temía con mayor intensidad. El PSOE aceptó aquella propuesta porque desde el punto de vista partidista le favoreció, aun cuando debilitó a las izquierdas. Este debilitamiento se debe a que no es fácil conseguir mayorías absolutas en las Cortes Españolas (y ello a pesar de que la ley electoral favorece el bipartidismo) con lo cual el PSOE para gobernar se ha tenido que aliar con las derechas más frecuentemente que con las izquierdas. Esta situación aparece incluso con mayor fuerza en el Senado donde es prácticamente imposible que las izquierdas sumen mayoría. De ahí, que aun cuando sumando los votos de los partidos de izquierda en la mayoría de las elecciones que ha habido desde que tenemos democracia en España, hayan sido las izquierdas las que han tenido la mayoría de votos, sin embargo, sólo durante un tercio de la legislatura de las Cortes las izquierdas han sido mayoría en el Parlamento. Y este era el objetivo de la ley electoral. Al dificultar el desarrollo de partidos minoritarios (la mayoría de izquierdas) se dificultó la posibilidad de que las izquierdas consiguieran las mayorías en las Cortes, mayoría que les correspondía por el apoyo popular mayoritario. Las consecuencias de esta situación son varias pero una de ellas es el continuo subdesarrollo del Estado de Bienestar en España. El gasto público social per cápita continua siendo, treinta años después del establecimiento de la democracia, de los más bajos de la UE-15. Es más, desde el año 1993 (cuando el PSOE perdió la mayoría absoluta) el déficit de gasto público social de España con el promedio de la UE-15 no se ha ido reduciendo sino, al contrario, se ha ido expandiendo. Sólo en los últimos cuatro años, cuando el PSOE se alió con IU-ICV y ERC, el déficit del gasto público per cápita con el promedio de la UE dejó de crecer (aunque no se redujera). Que ahora se reduzca o no durante los próximos cuatro años dependerá de con quien se alíe el PSOE. Si lo hace con las derechas, España continuará a la cola de la Europa Social de los Quince y ello a pesar de que la mayoría de la población continua siendo de centroizquierda y la mayoría favorece la expansión de la España Social.
Vicenç Navarro

viernes, 18 de abril de 2008

La Guerra del Agua

miércoles, 16 de abril de 2008

Una izquierda joven y con futuro.

El próximo sábado Esquerra Unida del Camp de Morvedre celebrara su asamblea para elegir a la nueva dirección. En ella es previsible que se realice un cambio en la coordinación y sea Guillermo Sampedro el nuevo Coordinador Comarcal. No quería dejar pasar la ocasión para resaltar la figura del actual coordinador Carlos Javier López que por diversos motivos personales no se presenta a la reelección. De estos casi cuatro años, he tenido el placer de compartir con Carlos tres como portavoz municipal y es de justicia aprovechar este momento para agradecerle el trabajo, el apoyo, la dedicación y el sacrificio que ha requerido la dirección de la organización así como la imprescindible coordinación con el grupo municipal. Papel que Carlos ha sabido conjugar perfectamente con la presencia de Sagunto y el Camp de Morvedre en los órganos de dirección EUPV, manteniendo una perfecta sintonía con la actual Coordinadora Gloria Marcos. Responsabilidad y compromiso, que ha hecho que Carlos haya renunciado en varias ocasiones a cargos en la dirección de País que pudieran interferir en su responsabilidad comarcal. Algo que sabemos sus amigos y que por definir su carácter, yo cuento en este momento. En una organización como EU donde todo el mundo se llena la boca hablando de renovación, y siempre aparecen las mismas caras, el “traspaso” de poder entre Carlos y Guillermo, significa el paso del testigo de una generación a otra. Los de 40 daremos el testigo a los de 30, intentando no dejarles políticamente huérfanos, como si hicieron con nosotros mucho de los que hoy rondan la cincuentena. A la generación que llegamos a la política desde el ámbito social, sin ataduras, la derecha mediática y la izquierda “divina” no nos han perdonado muchas cosas, una de ellas es no tener las deudas, ni las ataduras irrealistas, así como no haber sido nunca un obstáculo para dar solución a problemas desde la coherencia ideológica y el servicio a la ciudadanía. Tampoco se nos ha perdonado ser del Puerto y no ser segregacionistas. Parafraseando modestamente a Albert Camus “amamos demasiado al Puerto para ser Segregacionistas”. Pero en fin, esa es otra historia, quizás interminable. Animo Guillermo. Gracias Carles, gracias amigo. Miguel Ángel Martín

martes, 15 de abril de 2008

EXPOSICIÓ INTERESANT

lunes, 14 de abril de 2008

Citando a los amigos

" Fue en España donde mi generación aprendió que uno puede tener razón y ser derrotado ". Albert Camus, sobre la Guerra Civil

Lo que queda de la Republica

No resulta fácil explicarlo, recordarlo en los medios de comunicación, llevarlo a las aulas para que los jóvenes lo aprendan. Pero España fue durante cinco años una República parlamentaria y constitucional. “Una República democrática de trabajadores de toda clase, que se organiza en régimen de libertad y justicia”, proclamaba el artículo primero de su Constitución, aprobada el 9 de diciembre de 1931, tan solo siete meses después de que cayera la Monarquía de Alfonso XIII. Esa Constitución, que decía que la República era “un Estado integral, compatible con la autonomía de los Municipios y de las Regiones”, declaraba también la no confesionalidad del Estado, eliminaba la financiación estatal del clero e introducía el matrimonio civil y el divorcio. Su artículo 36, tras acalorados debates, otorgó el voto a las mujeres, algo que sólo estaban haciendo en esos años los parlamentos democráticos de las naciones más avanzadas. Constitución, elecciones libres, sufragio universal masculino y femenino, gobiernos responsables ante los parlamentos. En eso consistía la democracia entonces. No era fácil conseguirla y menos consolidarla, porque todas las repúblicas europeas que nacieron en aquellos turbulentos años que siguieron a la Primera Guerra Mundial, desde Alemania a Grecia, pasando por Portugal, España o Austria, acabaron acosadas por fuerzas reaccionarias y derribadas por regímenes fascistas o autoritarios. Nunca en la historia de España se había asistido a un período tan intenso y acelerado de cambio y conflicto, de avances democráticos y conquistas sociales. En los dos primeros años de la República se acometió la organización del ejército, la separación de la Iglesia y del Estado y se tomaron medidas radicales y profundas sobre la distribución de la propiedad de la tierra, los salarios de las clases trabajadoras, la protección laboral y la educación pública. Pero esa legislación republicana situó en primer plano algunas de las tensiones germinadas durante las dos décadas anteriores con la industrialización, el crecimiento urbano y los conflictos de clase. Se abrió así un abismo entre varios mundos culturales antagónicos, entre católicos practicantes y anticlericales convencidos, amos y trabajadores, Iglesia y Estado, orden y revolución. Como consecuencia de esos antagonismos, la República encontró enormes dificultades para consolidarse y tuvo que enfrentarse a fuertes desafíos desde arriba y desde abajo. Los primeros desafíos fuertes, y los que más se vieron porque solían acabar en enfrentamientos con las fuerzas de orden público, llegaron desde abajo, desde la protestas sociales, y después insurrecciones, de anarquistas y socialistas. El golpe de muerte, el que la derribó por las armas, nació, sin embargo, desde arriba y desde dentro, desde el mismo seno de sus fuerzas armadas y desde los poderosos grupos de orden que nunca toleraron lo mucho que la República tenía de democracia social y de soberanía parlamentaria. España comenzó los años treinta con una República y acabó la década sumida en una dictadura derechista y autoritaria. El discurso del orden, de la patria y de la religión, se impuso al de la democracia, la República y la revolución. La larga dictadura de Franco, que mató, encarceló, torturó y humilló hasta el final, durante cuatro décadas, a los vencidos, resistentes y disidentes, culpó a la República y a sus principales protagonistas de haber causado la guerra, manchó su memoria y con ese recuerdo negativo crecieron millones de españoles en las escuelas nacionales y católicas. Nada hizo la transición a la democracia por recuperar su lado más positivo, el de sus leyes, reformas, sueños y esperanzas, metiendo en un mismo saco a la República, la guerra y la dictadura, un pasado trágico que convenía olvidar. La distancia entre la democracia actual y la que podía promover la República hace más de setenta años es abismal. El respeto a la ley y a los resultados electorales, la defensa de la libertad de expresión y asociación y de los derechos civiles, forman parte hoy de nuestra cultura cívica. Las dos burocracias que tanto pesaban en la historia de España, la armada y la eclesiástica, el ejército y la Iglesia católica, que asesinaron a la República y dominaron durante la dictadura, están hoy subordinadas al Estado y al poder civil que emerge de los ciudadanos, aunque la Iglesia se resista a abandonar algunos de los enormes privilegios que la victoria en la guerra y los servicios prestados a Franco le concedieron. El analfabetismo, los latifundios, los fascismos y los sueños revolucionarios desaparecieron, sustituidos por la defensa de una sociedad civil democrática y por la cultura de la paz. El capitalismo ha vencido y el consumo, el coche y la casa en propiedad han obrado el milagro de que hasta los más pobres parezcan ricos. No es una República, pero esta democracia ha sido un logro de muchos y conviene cuidarla y mejorarla. En los últimos años ha salido a la luz la memoria de los vencidos en la guerra, de las víctimas del franquismo. Pero nadie desde los poderes de la democracia actual se atreve a defender a la República. Casi nadie recuerda a sus grandes dirigentes, muertos la mayoría de ellos en el exilio, a quienes presidieron sus instituciones, hicieron sus leyes y dieron el voto a todos los ciudadanos. Y sin embargo, todavía están con nosotros los nombres de las calles, monumentos, símbolos y ritos del franquismo. Es el momento de cambiar eso, de devolver la dignidad a quienes defendieron la democracia y la libertad con la palabra y la ley. Hasta que un golpe de Estado les obligó a hacerlo por las armas.
Julián Casanova es autor de República y guerra civil Ilustración de Javier Olivares Publicado en Público el 13/4/08.