miércoles, 9 de marzo de 2016

Memoria y Utopía

Gonzalo Montiel era un pesimista, aunque el hubiese afirmado como Jose Saramago, que no, que el mundo era pésimo. O hubiese citado rápida y ágilmente a Benedetti “en realidad soy un optimista bien informado”. Yo creo que Gonzalo era un tipo bien informado en un mundo pésimo. Digo pésimo, porque en un mundo perfecto no haría falta gente como él. Tipos con la necesidad vital de mejorar lo que les rodea; de cambiar situaciones injustas; de luchar; de movilizar recursos para devolver este mundo a un equilibrio justo. Lejos de buscar el cambio a través de liderazgos visibles, Gonzalo trabajaba por transformar casi en la “clandestinidad”, desde su despacho en la gestión cultural de la UV o el de profesor asociado de sociología en la Jaume I. Siempre en un segundo plano, siempre discreto, pero siempre eficaz.

Jamás pensé que me costaría tanto despedir a un amigo, a un igual, a alguien con el que he crecido en todos los aspectos: el vital, el social, el político y también el académico. Sé que nunca estamos preparados para afrontar el duelo de nuestros seres queridos, pero cuando se van aquellos con los que piensas envejecer, seguir compartiendo proyectos, risas, cenas,  junto a otros grandes amigos, criticando a los de siempre y fumando puros a escondidas…. El descoloque es demoledor. Desde el 27 de diciembre del pasado año, no dejo de darle vueltas a lo frágil de nuestras vidas, de nuestras relaciones, de lo efímero, del partir sin despedida, del irse y no volver. Este hecho aparte de generarme algunas noches de insomnio, me está haciendo replantearme muchas cosas. Buscar y rebuscar en esos espacios de sentimiento y cariño que todos llevamos dentro y que olvidamos en lo cotidiano del día a día. Prisas, rutinas, estrés, que generan días grises que nos hacen olvidar y callar: De no decir te quiero todas las veces que hace falta; de olvidar el beso y el abrazo al amigo; de no relajarse jugando con tus hijas; de no disfrutar del sol en la cara en una tarde hibernal; de no perder el tiempo…. Si esto mismo se lo estuviese contando a él delante de un almuerzo, me diría sin titubeo “Oye Martin (si sin acentuar como los americanos, no me pregunten por qué, pero es así desde el instituto), esto debe servirnos para reflexionar, estamos en una edad delicada, una edad para querer y que nos quieran, pero sobre todo para que nos quieran…”

Esa última frase ocupo muchas de nuestras últimas conversaciones relacionadas con nuestro territorio, con nuestro Puerto de Sagunto y con ese proyecto colectivo al que llamamos AMIMO (Asociación Memoria Industrial y Movimiento Obrero), refugio de cariño, amistad, saber y agitación cultural de un puñado de locos que hace más de veinte años decidieron quedar a tomar café en un emblemático bar de su pueblo, y devolverle a este lo que les había dado: el orgullo de pertenecer a un pueblo curtido en la lucha obrera, de militancia, de solidaridad, de comunidad… sin más identidad que esa. Es imprescindible nombrar a esos “imprescindibles” de los que tanto he aprendido además de Gonzalo, a: Carles Xavier López, Jose Manuel Rambla, Paco Zarzoso, Ximo Revert, Vic Pereiró…. Esta es la esencia de Gonzalo, te ayuda a ser mejor incluso en su ausencia.

Pero era más cosas, era sobre todo respuestas. El tenía respuestas, yo diría que para todo. Escuchábamos siempre atentos sus respuestas ante temas diversos, desde el futbol (que nos pilla de refilón) hasta el futuro de la izquierda, pasando por el Derecho Alemán del que se había hecho gran conocedor. Bueno, lo cierto es que como a todo le ponía esa pasión “gonzaliana”, al final era experto de todo lo que tocaba. Sabía guiarte para que te hicieses las preguntas adecuadas, pero sobre todo era un hombre de respuestas y eso es precisamente lo que yo más echo de menos. Llevo varios meses que me faltan respuestas, me imagino que también terminara tirándome un capote para que busque la manera de solventarlo. Quizás el homenaje de la Universitat de Valencia titulado “Gonzalo Montiel: Memoria y Utopía” ya nos está dando una pista. Gracias Gonzalo.


Miguel Angel Martín


viernes, 5 de febrero de 2016

22.000 razones más para que se vayan

Hace más de seis años que muchos de los que hoy están presuntamente “imputados” o según la última reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal hecha por el PP “investigados”, por corrupciones varias en nuestras tierras valencianas; se dirigían por la TV, Radio o prensa, a los padres y madres de los más de 22.000 jóvenes valencianos que han tenido que emigrar forzosamente por razones socioeconómicas; y les decían compungidos cosas como estas: “...hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y ahora hay que apretarse el cinturón…”; “Todos tenemos que hacer esfuerzos y los políticos debemos dar ejemplo…”. Las familias que vieron partir a sus hijos e hijas, a buscarse la vida fuera de su país con su abultado curriculum, tienen que tragar mucha saliva para contener la rabia ante tanto presunto geta y sinvergüenza. Tiene narices que te dejen sin futuro, mejor que nos dejen, y encima te roben a dos manos.

El periodista Sergi Castillo en su libro “Tierra de saqueo”, calcula que la factura de la corrupción en la Comunidad Valenciana supera los 12.500 millones de euros (para que se hagan una idea eso es más o menos el presupuesto de la GV de un año). En todos estos años de austericidio, la ciudadanía de a pie, los que pagamos todas las facturas (rescates de bancos, repagos  etc.) hemos sufrido recortes drásticos en Sanidad, en Educación, en Dependencia, Servicios Sociales, en los programas de becas; el aumento de las tasas universitarias. Hemos visto como el desempleo en jóvenes de 18 a 24 años se situaba en el 55%; y como se ha precarizado el poco empleo que se crea; Sabemos que más de 260.000  jóvenes valencianos entre 17 y 30 años están en riesgo de exclusión social. Hemos conocido por los autos judiciales que en todo ese tiempo ellos seguían comisionando al 3%. Además del negativo impacto económico futuro que supone que otros países se aprovechen de nuestro capital humano (se ha calculado que perderemos más de 8200 millones en 10 años). Pero no pasa nada, a estos cracs de la gestión cuanto peor nos vaya a nosotros, para ellos mejor. Todo lo que sea deteriorar lo público (lo de todos), sirve para abrir de una patada (a lo Corcuera, que parece que ha vuelto como Rocky - habra que analizar este revíval ochentero de manera mas profunda) la puerta al aprovechamiento privado de los bienes públicos. Y de paso asegurarse un retiro dorado en esas mismas empresas.

Hay, al menos, 22.000 motivos y más de 260.000 razones por los que esta gente no puede poner las manos en nuestro futuro. Ojo, tampoco podemos permitir que lo pongan aquellos que se disfrazan de “los nuestros” y terminan vendiéndonos por 135 monedas. Pero amigos y amigas, todo no debe ser pesimismo; la gente corriente no nos podemos permitir la tristeza; corren vientos de cambio, de regeneración, de ciudadanía, de comunidad… y como cantaba algún grupo de estos hípsters en un bonito anuncio de cervezas (cuanto nos ha ayudados la ancestral bebida a soportar al PP, nunca podremos pagárselo), “lo importante es tener finales”. Disuelvanse!!


Miguel Ángel Martin