martes, 23 de abril de 2013

La política perdida


La calle en 1977
La política de partidos nacida en la denominada Transición Española, hace tiempo que murió. Creo que el mismo día que se legalizo el PCE, que si no me equivoco fue el jueves santo de 1977. Durante esos días las élites económicas del país consiguieron instaurar una transición Gatopardista, integrando con la generosidad de los vencedores a los opuestos. Tan necesarios como ellos para legitimar el nuevo sistema. Pero a la Izquierda, a cambio de aceptar ese nuevo sistema, se le exigió un sacrificio: la calle. La política era demasiado complicada como para que pudiese entenderla cualquiera. Era mucho mejor abandonar cualquier ejercicio de democracia participativa y optar por una élite comprometida y escogida, eso si cada partido elegiría la suya, que dirigiese los asuntos del país y llegase a los “consensos necesarios” para acometer las grandes reformas…

La POLÍTICA con mayúsculas murió, y se instauro otra. Una de intermediarios, de profesionales, de oportunistas, de asalariados que año tras año ocupaban el mismo escaño. Política de la que no se salvo ningún partido. Desde entonces todos “estos”, como diría acertadamente el historiador José Álvarez Junco, han hecho una interpretación dominante del pasado que ha convertido la Transición en algo así como Sagrado y la Constitución como las Tablas de Moisés esculpidas en piedra. Algo que nos da ineludiblemente su visión del presente, una visión en la que parece que lo suyo es un mal menor pero necesario, mientras se arrodillan ante el poder económico.  

Ahora nos toca a la ciudadanía recuperar la política perdida, la que dejamos en sus manos, pero no para hacer lo mismo, renovar partidos con ejemplares Estatutos que siempre contienen una letra pequeña para eternizar a los cargos públicos. Sino para establecer una nueva ética política, un nuevo sistema que recupere el Bien Común y la política como herramienta para conseguirlo, mantenerlo y protegerlo. Una política sin zombis, sin profesionales, sin “clase política” solo con ciudadanía activa e implicada. ¡Urge hacerlo!, los populismos ya están llamando a la puerta y ya sabemos lo que nos trajeron el siglo pasado. Recuperemos la política perdida.


Miguel Angel Martín

miércoles, 10 de abril de 2013

Margaret y la laca

Augusto and Margaret
Me siento decaído y muy culpable; las noticias no cesan de recordarnos que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades; que nos hemos endeudado hasta las trancas por tener una vivienda digna; que somos unos relajados si estamos en el paro y unos privilegiados Insiders, como diría Vicenç Navarro, si aun lo conservamos; que somos unos ignorantes por no entender que las Preferentes eran un producto de riesgo creado para grandes especuladores financieros; que somos responsables del hambre en el mundo por tirar una berenjena y dos yogures caducados; que si pensamos que la ley hipotecaria es injusta y reclamar el derecho a la vivienda somos filo terroristas; ante todo esto me siento sobre todo muy preocupado por mi padre. Creo que cualquier día Pedro Piqueras, esbozara una media sonrisa al dar la exclusiva de que la Interpol ha detenido al responsable de nuestra Gran Recesión, apareciendo tras él la foto de mi padre sonriente en la primera comunión de mi hermano a mediados de los años setenta.

Curioso que casi por aquella época se iniciaba la revolución neoliberal que liderarían Reagan y la recientemente fallecida Margaret Thatcher, algo que Paul Krugman ha denominado como la “gran divergencia”. Ese momento de nuestra historia en el que no nos dimos cuenta que la sociedad no siempre progresa en el orden económico y social, sino que también puede ir hacia atrás. Tras la ruptura del pacto social implícito que se produjo tras la II Guerra Mundial, quien le iba a decir a mi padre que pocos años después de aquella foto se enfrentaría como tantos otros compañeros a la Reconversión Industrial,  una de las primeras decisiones de la Europa del Acero, luchando por mantener el futuro de sus trabajos y su pueblo; mucho menos podía imaginarse que unos pocos años más tarde estaría viendo como la sanidad ya no es universal;  que sus hijos tendrán que jubilarse muchísimo más tarde que él, y que sus nietas posiblemente no conocerán el sistema público de pensiones, a no ser que estudien en la universidad algo que será mucho mas inaccesible de lo que les fue a sus padres.

En fin, parece que aquella revolución Neoliberal nunca existió, quizás Margaret Thatcher ( a la que por cierto deseo haya ido a parar al mismo lugar que desee para su buen amigo Augusto Pinochet), a base de hacer un par de Sálvame de Luxe, pase a la historia como aquella dulce ancianita que anunciaba laca para el pelo. La culpa de todo no solo la tiene Yoko Ono, nosotros insensato 99% de desheredados, ilusamente creímos el sueño de la igualdad, de la justicia y de la libertad. Y tanta candidez tiene un precio.

A mi querida generación, que no teniendo bastante con llegar tarde a todas partes, ahora vamos a presenciar el viaje a ninguna parte de nuestros hijos, siempre nos quedara Sara Montiel y cantar “El día que nací yo, que planeta reinaría / Por donde quiera que voy, / que mala estrella me guía”. O eso, o salir a la calle a cantarle las cuarenta a alguien.

Miguel Angel Martín