viernes, 11 de septiembre de 2009

IMPUESTOS Y SOCIALDEMOCRACIA

Si ustedes tienen una nomina, se desplazan en coche o motocicleta, fuman y se toman alguna copita el fin de semana, felicidades, tienen todas las papeletas para contribuir a las arcas del Estado un poquito más, en lo que parece ser la próxima subida de impuestos que planea nuestro gobierno. Tras ocurrencias efectistas como los 400 euros o los 2.500 por nacimiento de hijo/a, que cobra igual usted que la hija de Amancio Ortega (Zara); la nueva ideología de moda el socioliberalismo, nos anuncio hace unos meses que la bajada de impuestos era de izquierdas. Eso si, al poco tiempo nos subían la gasolina y el tabaco, dos impuestos indirectos que pagamos todos/as al mismo precio aunque nuestra renta sea diferente. Atrás ha quedado el principio socialdemócrata de la progresividad fiscal y los impuestos como manera de redistribución de la riqueza. En EE.UU y la Unión Europea en los últimos años se ha producido una importante disminución de las cargas fiscales de los que más tienen y un estancamiento brutal de los salarios de los trabajadores asalariados. A la polarización social producida por esta desigualdad, no son únicamente responsables nuestros políticos, la propia ciudadanía contribuye a ello en gran medida. Preferimos una cheque-bebe de 2.500 euros igual para todos, a que el Estado nos provea de Escuelas Infantiles de 0 a 3 años; Eliminan el impuesto de patrimonio y nos sentimos aliviados, cuando nosotros tenemos una participación ridícula en comparación con las grandes fortunas que son realmente las satisfechas con esta medida. La acumulación de capital producida por el “escaqueo” fiscal de los últimos años, se dedico fundamentalmente a la inversión inmobiliaria, y paradojas de la vida esta crisis se paga a cargo de las arcas del Estado, el denostado Estado que ahora reclaman aquellos cuya cantinela era que “el Estado es el problema”. El discurso fiscal actual se ha ubicado en las mismos parámetros, da la impresión de que hay que subir los impuestos para pagar los desmanes del Gobierno. Ahí muchos se olvidan del coste social del desempleo producido a causa de una crisis de la avaricia y el descontrol financiero, y sobre todo se olvidan del coste económico para salvaguardar la “solidez bancaria de nuestro país”. La principal pega es que nuestro gobierno va a volver a renunciar a los principios socialdemócratas, renunciara a meterle mano a las SICAVs (Sociedades de Inversión de Capital Variable), donde de manera opaca se esconden las grandes fortunas de España. Recientemente desde la Asociación Profesional de Inspectores de Hacienda denunciaban el uso fraudulento de estas sociedades y la modificación legal pactada por PP y PSOE para que su control se realice en lugar de por la Inspección de Hacienda, por la Comisión Nacional de Mercado de Valores, que curiosamente no parece ver ninguna de la irregularidades detectas por los inspectores de hacienda. Mas de 25.000. millones de euros se esconden en estas sociedades que tributan al 1%. Finalmente todo apunta a que la cuenta la pagaremos los de siempre. Mírenlo por el lado bueno: buen momento para dejar de fumar, coger la bicicleta y reducir el consumo a lo necesario. Mientras Botín cada día se ve más de izquierdas. Suerte.

Miguel Ángel Martín

jueves, 3 de septiembre de 2009

Efectos de la regresividad fiscal

Desde el inicio de la época neoliberal, la mayoría de los países de la Unión Europea (incluyendo España) han implementado políticas de reducción de impuestos, con un aumento muy notable de su regresividad. Como consecuencia, las rentas del capital y las de los grupos más pudientes de la sociedad han visto reducir sus impuestos de una manera muy marcada, aumentando así sustancialmente sus ingresos. Durante la década 1996-2006, los beneficios empresariales aumentaron un 33% en la media de la Unión Europea de los Quince (UE-15) y un 36% en la zona euro. En España, tales incrementos fueron incluso superiores. Las empresas españolas vieron aumentar sus beneficios netos un 73% (más del doble de la media de la UE-15). Este aumento de las rentas de capital tuvo lugar a costa de las rentas del trabajo. La masa salarial (que mide tales rentas) descendió muy marcadamente, pasando de representar el 70% de la renta nacional en la zona euro, en el año 1992, al 62% en el año 2005, descenso que fue, incluso, más acentuado en España, donde pasó de representar el 72% de la renta nacional al 61%. Ello fue resultado de que el crecimiento de la riqueza del país no se estaba distribuyendo equitativamente. Mientras los beneficios empresariales crecían de forma exuberante, los costes laborales aumentaron sólo un 18,2% durante el periodo 1999-2005 en la zona euro, un crecimiento, incluso, mucho menor en España, donde tales costes laborales subieron sólo un 3,7%, cinco veces menos que en la zona euro. Este descenso de la masa salarial (que ocurrió independientemente de los ciclos económicos y a pesar del aumento de la población activa) fue una de las mayores causas de la crisis económica, crisis que se debe a la falta de demanda. Las familias de las clases populares (la clase trabajadora y clases medias) intentaron sustituir la reducción de la masa salarial endeudándose (proceso facilitado y estimulado por las empresas financieras), lo cual pudieron hacer gracias al precio de su aval, la vivienda, que fue subiendo. Pero cuando el mercado inmobiliario colapsó, las familias se quedaron con enormes deudas, que, además de no poder pagarlas, tampoco pudieron obtener créditos para liquidarlas. A este problema de la demanda, consecuencia del descenso de la masa salarial, se añadió la crisis financiera, resultado directo de la exuberancia de las rentas del capital y sectores pudientes de la sociedad, los cuales no invirtieron –a través de la banca– en las empresas productivas, pues la rentabilidad de tales empresas era baja, consecuencia de la falta de demanda. No era rentable invertir en la industria automovilística, por ejemplo, pues había un descenso muy marcado de la demanda de coches, resultado de que la gente no tenía dinero para comprarlos. De ahí que invirtieran en actividades especulativas, tales como el sector inmobiliario, alcanzando unos niveles de beneficios del complejo bancario-inmobiliario-construcción escandalosamente altos, inflándose los precios de la vivienda un 32%. Este complejo fue el motor del crecimiento económico en España y su enorme poder político y mediático es una de las mayores causas del retraso en la recuperación económica en España (ver Navarro, V., Las rigideces del mercado bancario-inmobiliario en www.vnavarro.org). Incluso hoy, cuando el precio de la vivienda ha descendido en otros países (como EEUU) hasta un 30%, en España sólo ha descendido un 8%. Si no se da un descenso mucho mayor, no se reavivará el mercado de la vivienda, y con ello la recuperación económica. La solución de la crisis exige una reversión de esta enorme polarización de las rentas, que ha sido facilitada por unas políticas fiscales regresivas, que han beneficiado las rentas del capital y las rentas superiores a costa de las rentas del trabajo. Esta situación es particularmente acentuada en España, ya que tiene la menor carga fiscal de la UE-15, y cuyo Estado es el menos redistributivo de tal grupo de países. Varios estudios internacionales han mostrado que la intervención del Estado español (a través de sus políticas impositivas y de gasto público) es una de las que en la UE-15 altera menos la mala distribución de la renta, con una enorme concentración de la renta en los grupos superiores, siendo uno de los países de tal comunidad con mayores desigualdades sociales. Estas políticas fiscales y la consiguiente enorme polarización de las rentas tienen no sólo un coste económico elevado (las economías más eficientes en la Unión Europea incluyen las escandinavas, de tradición socialdemócrata, que tienen una polarización social menor), sino también un gran coste social (tenemos el gasto público, incluyendo el gasto público social per cápita, más bajo de la UE-15) y un coste político elevado (el grado de distanciamiento de las clases populares hacia el Estado es de los más elevados de la UE-15), coste que es particularmente acentuado para las izquierdas gobernantes, que han promovido políticas fiscales semejantes a las de los gobiernos de derechas. Estos últimos gobiernos se han beneficiado de tales políticas, pues sus políticas fiscales han conseguido movilizar a sus bases electorales, que han sido beneficiadas con tales políticas regresivas. No así los gobiernos de centroizquierda, que han alienado a sus militantes (el partido socialdemócrata alemán perdió la mitad de sus militantes durante el Gobierno Schröder) y a sus bases electorales, y que hoy se encuentran en una crisis profundísima. De ahí que se requieran cambios muy notables de las políticas fiscales para que estos gobiernos de centroizquierda (incluyendo el español) recuperen el apoyo popular. Para ello tienen que recuperar unas prácticas y una narrativa que enfatice que las clases dominantes (término prácticamente desaparecido del discurso político, dando a entender que no existen) del país son responsables de la crisis y tienen que poner los recursos para resolverla. Presentar el tímido aumento de impuestos de los grupos más pudientes como necesario para cubrir el déficit del Estado transmite una visión gestora con escasa capacidad de movilización entre sus bases electorales. Las izquierdas deben recobrar los valores y el lenguaje de izquierdas, subrayando que hay que redefinir la mala distribución del poder económico (que determina también el poder político), revirtiendo unas políticas fiscales liberales que han sido, durante todos estos años, muy exitosas para una minoría a costa del sacrificio de la mayoría de nuestra población. Vicenç Navarro es Catedrático de Políticas Públicas de la Universidad Pompeu Fabra y ex catedrático de Economía de la Universidad de Barcelona

DE VUELTA

Tras unos meses alejado del mundanal ruido, volvemos a estar activos. Un saludo. Miguel Angel Martin