La
dramática situación económica que llevamos demasiado tiempo sufriendo, lejos de
llevarse por delante a los que la originaron, amenaza con arrastrar a la
política hasta no sabemos muy bien donde. En estos últimos días hemos descubierto
la hipocresía sin límites de aquellos que piden esfuerzos a los demás mientras
para ellos maquillan unos salarios públicos que resultan no ser reales, por que
se complementan con “Sobre-Sueldos” de dudosa procedencia. Por contra, otras
fuerzas políticas se esfuerzan en dar transparencia a algo tan sensible en
política como son los salarios e ingresos de los que se dedican a este
menester.
Se
dice que un material es Transparente cuando deja pasar fácilmente la luz, al
ser una propiedad óptica, tiene diversos grados y propiedades. Es Translucido
cuando solo deja pasar la luz (las formas se hacen irreconocibles); y es Opaco
cuando no deja pasar ninguna luz.
A
la vista de estas definiciones, parece evidente que en la política actual no
existe un alto grado de transparencia,
ya que hasta en las mejores “familias”, se echa en falta un fuerte componente
ético. La política no puede ser un lugar donde una persona gane más dinero o
tenga una posición económica mejor que en su vida laboral o de la que le corresponde
por formación. La política no debe ser un espacio donde las personas pierdan
dinero, pero tampoco una buena solución laboral a personas sin oficio ni
beneficio.
Hace
un tiempo en un municipio cercano, una fuerza política, se abstenía en un Pleno
respecto a la autorización de Compatibilidad laboral de un funcionario para
poder impartir clases (6 h/semana) en la universidad (cobrando unos 190 euros
al mes), fuera de su horario laboral, el
argumento era que se trataba de otro empleo. Dos de los que se abstuvieron,
además de sus salarios cobran dietas de entre 700 y 800 euros al mes, por
asistencia a un Pleno y dos comisiones informativas.
Los
ciudadanos necesitamos algo más que este tipo de imposturas éticas de cara a la
galería, necesitamos realidades. No se trata, como la mujer del Cesar, de parecerlo, sino también de
serlo. Pasar de la opacidad y la translucidez a la más clara de las
transparencias es urgente. Pero cuidado, transparencia sin ética es como una película
sin argumento.
Miguel
Angel Martín