jueves, 31 de enero de 2013

Transparencia & Ética


La dramática situación económica que llevamos demasiado tiempo sufriendo, lejos de llevarse por delante a los que la originaron, amenaza con arrastrar a la política hasta no sabemos muy bien donde. En estos últimos días hemos descubierto la hipocresía sin límites de aquellos que piden esfuerzos a los demás mientras para ellos maquillan unos salarios públicos que resultan no ser reales, por que se complementan con “Sobre-Sueldos” de dudosa procedencia. Por contra, otras fuerzas políticas se esfuerzan en dar transparencia a algo tan sensible en política como son los salarios e ingresos de los que se dedican a este menester.

Se dice que un material es Transparente cuando deja pasar fácilmente la luz, al ser una propiedad óptica, tiene diversos grados y propiedades. Es Translucido cuando solo deja pasar la luz (las formas se hacen irreconocibles); y es Opaco cuando no deja pasar ninguna luz.

A la vista de estas definiciones, parece evidente que en la política actual no existe  un alto grado de transparencia, ya que hasta en las mejores “familias”, se echa en falta un fuerte componente ético. La política no puede ser un lugar donde una persona gane más dinero o tenga una posición económica mejor que en su vida laboral o de la que le corresponde por formación. La política no debe ser un espacio donde las personas pierdan dinero, pero tampoco una buena solución laboral a personas sin oficio ni beneficio.

Hace un tiempo en un municipio cercano, una fuerza política, se abstenía en un Pleno respecto a la autorización de Compatibilidad laboral de un funcionario para poder impartir clases (6 h/semana) en la universidad (cobrando unos 190 euros al mes), fuera de su horario laboral,  el argumento era que se trataba de otro empleo. Dos de los que se abstuvieron, además de sus salarios cobran dietas de entre 700 y 800 euros al mes, por asistencia a un Pleno y dos comisiones informativas.

Los ciudadanos necesitamos algo más que este tipo de imposturas éticas de cara a la galería, necesitamos realidades. No se trata, como la mujer del Cesar, de parecerlo, sino también de serlo. Pasar de la opacidad y la translucidez a la más clara de las transparencias es urgente. Pero cuidado, transparencia sin ética es como una película sin argumento.

Miguel Angel Martín

miércoles, 23 de enero de 2013

Castas

Vergara

Hace unos días, una compañera me hablaba de una joven militante de partido político (partido de derechas se SOBREentiende), que a la pregunta de “que quieres hacer en el futuro?”, le contesto un lacónico “voy a dedicarme a la política”. Con la que está cayendo esta semana, esta forma de entender la política no deja de ser hija de su tiempo. Para los que la política es un interés cotidiano vinculado a nuestras obligaciones de ciudadanía, que tiene poco que ver con mantenerse en un cargo público año tras año, que estas opiniones estén tan arraigadas en nuestros jóvenes, provoca desazón y cierta sensación de fracaso generacional. Este mal está muy arraigado en los grandes partidos, pero no crean que el resto son ajenos a esta “enfermedad”. Esta misma mañana la Cadena Ser hacia publica la encuesta del Observatorio My World sobre la percepción de la corrupción, los encuestados piensan que solo dos de cada diez políticos son honrados. Muchos pensaran al leer esto que las primeras planas de los periódicos avalan esta percepción;  otros dirán que la culpa es de los dos grandes partidos; también los habrá que piensen que no dejan de ser un producto de la sociedad. Lo que sí es cierto es que todos tenemos una parte de responsabilidad: La ciudadanía porque hemos hecho dejación de nuestras responsabilidades cívicas, y hemos dejado todo el poder en manos de la política de partido que se ha convertido en “clase”; Y esta “casta” política, por haber optado por un sistema, donde no existe la ejemplaridad y que solo ha mantenido un vinculo con la ciudadanía cada cuatro años, y encima con una Ley Electoral de las menos representativas del mundo. De todas formas, personalmente lo que más me preocupa es la situación de una izquierda (política y sindical) que piensa que no tienen este problema, que no va con ellos. Sin embargo seguimos viendo las mismas caras copando demasiados espacios y confundiendo militancia con vida laboral. Einstein dijo en su día que no podemos resolver problemas pensando de la misma manera que cuando los creamos, así que alguna día si me preguntan si existen castas en la política me gustaría poder contestar como la Cospedal: “No me consta!”

Miguel Angel Martín