viernes, 25 de julio de 2008

Pongamos que hablo de... ¿la Montaña de Romeu?

Imagínense , solo por un instante, que son uno de esos afortunados propietarios de un coqueto y modesto pisito, en una de esas promociones con amplias zonas comunes. Sigamos imaginando que una de esas zonas comunes es un bonito y agradable jardincito de, digamos unos treinta metros cuadrados, donde todos los/as vecinos/as disfrutan de agradables tardes, que humedece y templa con sus sombras las cálidas tardes mediterráneas, y que en definitiva es uno de los principales atractivos que a usted y su familia le hacen sentirse parte de esa “ .... su comunidad”. Sigamos suponiendo que uno de sus vecinos, un ceramista del entresuelo 1º dcha., lleva años vaciando un metro cuadrado de ese jardín debido a la calidad de la tierra para sus fines comerciales. Este vecino en su taller dispone de un potente horno, donde de vez en cuando y con autorización administrativa ha utilizado como combustible harinas en mal estado y neumáticos. En alguna ocasión y debido a problemas en el taller ha llenado los pisos contiguos de polvo, con las consiguientes molestias. En la actualidad, este vecino quiere que toda la comunidad le deje ampliar su excavación a veinte de los treinta metros cuadrados de que dispone el jardín. El resto de vecinos esta perplejo y muchos han mostrado su desacuerdo, ante lo que el ceramista ha amenazado con abandonar la comunidad y marcharse a otro sitio. El Presidente, la Secretaria de la Comunidad y el representante de los comerciantes del entresuelo, regente de una Agencia de Talentos, están por la labor, argumentando que todo esto son beneficios para la comunidad y puestos de trabajo. Para los/as vecinos/as de esta comunidad perder su jardín supone renunciar a su pequeño pulmón verde y lo que no terminan de entender por que se tiene que destruir cuando es un patrimonio natural de todos y todas del que se quiere aprovechar una actividad económica. Con este episodio piloto, podría comenzar la trama de una tragicomedia televisiva al uso, el traslado de esta parodia a la realidad de nuestra ciudad, y en concreto a la Montaña de Romeu, tiene desgraciadamente mucho de trágico y nada de comedia. Paradójica esta ciudad que hace unos días con bombo y platillo homenajeaba en la calle al héroe de la independencia José Romeu mientras en los despachos se finiquitaba el futuro de la Montaña que lleva su nombre. O los/as ciudadanos/as paramos estas barbaridades o quizás seria bueno adoptar como lema de la ciudad (de los dos núcleos) aquel grito del pueblo español con el que recibió al absolutista Fernando VII, “Vivan las cadenas”. Miguel Ángel Martín

jueves, 17 de julio de 2008

AFECTADOS POR LA CRISIS INMOBILIARIA

La Crisis inmobiliaria por Manel Fontdevilla en Público el 16/07/08

miércoles, 16 de julio de 2008

Los nuevos profetas de la energía nuclear

Ante el cambio climático y la subida del petróleo, algunos publicitan la energía nuclear como solución "ecológica". Esto es como pretender que subamos a un avión cuando aún no hay ninguna pista de aterrizaje Empieza una sátira divertida y terrible a la vez. Su argumento reza: las catástrofes climáticas y las crisis petroleras hacen desaparecer los peligros de la energía nuclear. El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, anuncia que va a construir nuevas centrales nucleares a fin de salvar el medio ambiente. También los Gobiernos de Italia, Francia y Reino Unido quieren reactivar la energía nuclear, rebautizada como "energía ecológica". Ante este cambio político-lingüístico es necesario recordar que, hace unos años, el Congreso de Estados Unidos encargó a una comisión científica que desarrollara un lenguaje o una simbología con la que se informaría dentro de 10.000 años acerca de la peligrosidad de los vertidos nucleares norteamericanos. El problema era el siguiente: ¿qué conceptos y símbolos hay que crear para transmitir un mensaje a los humanos que vivan dentro de miles de años? La comisión la formaban físicos, antropólogos, lingüistas, neurólogos, psicólogos, biólogos moleculares, expertos en historia antigua, artistas, etc. Primero tenía que resolverse la cuestión de si dentro de 10.000 años todavía existiría Estados Unidos La comisión halló la respuesta sin dificultad: ¡Estados Unidos es eterno! Pero luego se vio que el problema clave, entablar un diálogo con el futuro, no tenía solución. Los expertos buscaron modelos en los símbolos más antiguos de la humanidad, estudiaron la construcción de Stonehenge (150 a. C.) y las pirámides, investigaron la historia de las obras de Homero y de la Biblia... Pero nada de esto se remontaba a miles de años. Los antropólogos recomendaron entonces el símbolo de la calavera, pero un historiador recordó que para los alquimistas, las calaveras significaban la resurrección, y un psicólogo llevó a cabo experimentos con niños de tres años. Si la calavera aparecía en una botella, éstos decían espantados "veneno", y si estaba pegada en la pared, exclamaban "¡piratas!". Así, la meticulosidad científica de la comisión reveló que el propio lenguaje renuncia a la tarea de informar a las generaciones futuras sobre los peligros que hemos provocado en el mundo con el uso de la energía nuclear. En mi teoría de la sociedad del riesgo mundial distingo entre antiguos y nuevos riesgos. Los nuevos tipos de riesgos, que anticipan catástrofes globales, sacuden los fundamentos de las sociedades modernas. Presentan, por ejemplo, la característica de lo que no puede ser indemnizado. Cuando el clima ha cambiado, cuando se ha averiado una central nuclear (perdón, una central ecológica) o cuando la genética ha intervenido de forma irreversible en la existencia humana, ya es demasiado tarde. Frente a este salto cualitativo de las amenazas a la humanidad, la lógica de la indemnización pierde su validez y es sustituida por el principio de la precaución mediante la prevención. Los actores que deben garantizar la seguridad y la racionalidad (Estado, ciencia, industria) interpretan ahora un papel muy ambivalente. Ya no son tutores, sino sospechosos; ya no son gestores del riesgo, sino responsables del mismo. Exigen a la población que suba a un avión para el que todavía no existe pista de aterrizaje. La preocupación por la existencia, que ha renacido en todo el mundo gracias a los riesgos globales, fomenta en el debate político una competencia destructiva entre los grandes riesgos. Los incalculables peligros derivados del cambio climático deben ser "combatidos" con los incalculables peligros asociados a las centrales nucleares. En muchas de las decisiones no se trata de elegir entre alternativas seguras o arriesgadas, sino entre varias alternativas arriesgadas y, con frecuencia, entre alternativas cuyos riesgos afectan a distintas dimensiones cualitativas y apenas se pueden comparar. Hay que destacar que las líneas de conflicto de la sociedad de riesgo mundial son culturales. En la medida en que los riesgos globales escapan a los métodos habituales de cálculo científico, la percepción cultural, adquiere un papel fundamental. En relación con la energía nuclear, estamos ante un choque entre culturas de riesgo. La experiencia de Chernóbil se valoró de distinta manera en Alemania, Francia, Reino Unido, España e Italia. Para muchos europeos, los peligros del cambio climático tienen por ahora mucha más importancia que los peligros de la energía nuclear o del terrorismo. Mientras que desde el punto de vista de muchos americanos, los europeos padecen de histeria medioambiental y de histeria por los alimentos-Frankenstein, a ojos de los europeos, los americanos padecen de histeria del terrorismo. Hasta hace poco, hubiera sido un suicidio político en Alemania apostar por la recuperación de la energía nuclear. Pero desde que se considera el cambio climático como resultado de la acción del ser humano se barajan de nuevo las cartas de la sociedad y la política. Y, así, la canciller Angela Merkel coloca a Los Verdes ante una disyuntiva, al disputarles el monopolio del certificado de calidad de la "política medioambiental", e imponerles un debate de falsas alternativas entre energía nuclear y política medioambiental. Aquí, de hecho, se mezclan varios elementos. A decir verdad, la subida de los precios de la gasolina beneficia al medio ambiente, pero amenaza con llevar a una recesión colectiva. La explosión de los costes de la energía hace disminuir el nivel de vida y genera riesgos de pobreza en el seno de la sociedad. Debido a ello, la prioridad por la seguridad de la energía nuclear se ve minada por la pregunta de durante cuánto tiempo podrá la mayoría de los usuarios mantener su nivel de vida ante la continua subida de los precios del gas, el petróleo y la electricidad. La canciller Angela Merkel utiliza este argumento como palanca. Quienes, como Los Verdes, rechazan el relanzamiento de la energía nuclear, pecan contra la política medioambiental preventiva. Pero quien ignora los riesgos residuales de la energía nuclear no es capaz de comprender la dinámica política y cultural de la sociedad. Los críticos más persistentes, convincentes y efectivos de la energía nuclear no son Los Verdes, por importantes e imprescindibles que sean. El adversario más influyente de la industria nuclear es la propia industria nuclear. Aunque los políticos lograsen que se produjera esta transformación semántica de energía nuclear a energía ecológica, y aunque los movimientos sociales acabaran fragmentándose, pasaría lo siguiente: todo esto sería cuestionado por el poder real del riesgo. Éste es constante, duradero, no interpretable y también presente allí donde los manifestantes ya están agotados. Las probabilidades de que se produzcan accidentes improbables crecen con la cifra de plantas de energía "ecológico"-nuclear. El riesgo no significa catástrofe. El riesgo significa anticipación de la catástrofe. Tan sólo haría falta que se produjera un pequeño Chernóbil en Europa para que la opinión pública, en cualquier parte del mundo, sospechara de negligencia. Y para que los Gobiernos de la energía atómico-"ecológica" se sentaran en el banquillo de acusados, al haber practicado, contra su propia convicción, un juego frívolo con los intereses de la seguridad de la población. Las personas no pueden ver ni oír, ni probar ni oler los peligros de la energía nuclear. ¿Qué pasará entonces dentro de la sociedad del riesgo global con el ciudadano responsable? Ahí va un experimento mental para ilustrarlo. ¿Qué ocurriría si la radiactividad produjera escozor? Los realistas, también llamados cínicos, contestarían: se inventaría cualquier cosa, por ejemplo un ungüento, para aliviar el escozor. He aquí un negocio provechoso. Seguro que rápidamente recibiríamos explicaciones que atribuirían el escozor a cualquier otra causa menos la radiactividad. Y, en cualquier caso, se nos diría que el escozor no es perjudicial; es incómodo, pero inofensivo. Podemos suponer que este tipo de explicaciones no tendrían demasiadas probabilidades de sobrevivir cuando la gente se pasease rascándose y con la piel irritada, y tanto en las sesiones de fotos de modelos como en las reuniones de ejecutivos los participantes se rascaran sin cesar. Entonces, la política y la sociedad se encontrarían ante una situación del todo nueva en su relación con los grandes peligros modernos. Y más tarde nos daríamos cuenta en términos culturales sobre qué estamos discutiendo y debatiendo. Publicado en El País 16/07/2008 TRIBUNA: ULRICH BECK

lunes, 14 de julio de 2008

De Economistas y Corderos

El tema de la especulación inmobiliaria y de lo que subyace en el fondo del mismo –el valor del suelo en España– ha sido un tema tabú para los economistas. El que en un país vacío, con apenas 87 habitantes por Km² –uno de los índices más bajos de Europa– y abundancia de capitales, la tierra tenga valores extraordinarios que insumen entre el 50% y el 60% del costo de la vivienda nueva, no ha merecido un análisis detenido y profundo por parte de la inmensa mayoría de los economistas, tanto de izquierda como de derechas. Decimos análisis, aunque para muchos ni siquiera ha merecido una mención, ni qué decir una explicación. Hace un par de años escuchamos por televisión a Rodrigo Rato –quizás el más preclaro expositor económico de la derecha española– resumir los problemas principales de nuestra economía. El valor especulativo del suelo no figuraba en su lista. Es más, ni siquiera mencionó el de la vivienda como un problema grave. Pero, además, ¿por qué habría de mencionarlo? Sería contradecirse, pues en los años que fue Ministro no hizo absolutamente nada por corregir la deformación evidente que implican los valores inflados de la tierra. Pedro Solbes, cuyo talento y pericia son evidentes, tampoco ha mencionado nunca en una exposición pública el problema que plantea al país la escalada de los valores del suelo, el “espacio económico”, como habría que llamarlo con propiedad. En cuanto a hacer, en el primer Gobierno de Rodríguez Zapatero, ni hizo, ni propuso –que nosotros sepamos– absolutamente nada, salvo modificaciones a la ley del suelo que no tuvieron mayor trascendencia. Pero, bajando en la escala de figuras públicas, constantemente vemos aparecer en entrevistas televisadas a economistas de izquierda, de derecha, de centro y hasta los que gustan definirse como puramente técnicos, que jamás mencionan cómo un problema gravísimo, el que, en un país con tan baja densidad de población, la tierra la tierra tenga valores inaccesibles cuando, por su abundancia, debería costar prácticamente nada. Ahora se enfrentan con la crisis, con el derrumbe del mercado inmobiliario. Era totalmente previsible: después del boom, viene el crash. Sin embargo, ninguno pide disculpas al pueblo español por no haberse ocupado del problema y previsto lo que iba a suceder. Algunos, como el ministro Pedro Solbes, cree que es bueno el “ajuste” de los valores inmobiliarios (a la tierra propiamente dicha jamás la menciona). Lo que no dice el ministro es que en la crisis se “ajustan” (es decir, caen) los valores inmobiliarios, pero también se “ajusta” (es decir, cae) el poder adquisitivo de los ciudadanos. Los que no podían acceder a la vivienda (lo que implica acceder al suelo) antes de la crisis –por los valores especulativos– tampoco podrán hacerlo ahora porque ha caído su capacidad de compra. Pero ¿a qué se debe este silencio? Creemos que hay dos tipos de razones. Una es la enseñanza deformada en nuestras universidades –algo que ya apuntaba el gran economista francés Leon Walras en 1910– impuesta a partir de fines del siglo XIX y principios del siglo XX por los neoclásicos americanos y agravada en nuestra época por los “neoconservadores”: se identifica a la tierra con el capital. ¡Como si la tierra pudiera reproducirse como los automóviles, aviones, ordenadores y televisores! Esto se les ha enseñado machaconamente a todos los estudiantes de economía, para satisfacción de las clases dirigentes. Tierra y Capital –les dicen– son lo mismo y, si son lo mismo, las mismas reglas de competencia que abaratan los bienes de capital deben abaratar la tierra. Por supuesto, la realidad demuestra que no es así. Pero no importa, lo importante es lo que se les ha metido en la cabeza y los buenos alumnos repiten lo que aprendieron. Pero, además, como también señalara Leon Walras, es peligroso para las carreras profesionales apartarse de las “ideas aceptadas”. Si te apartas, dice el genial francés, todas las puertas de las academias, de las sociedades, de los medios, se cerrarán ante ti; en cambio, si las aceptas tu buena fortuna está asegurada. Por algo el tema del suelo estuvo ausente de los recientes Congresos, tanto del Partido Popular, como del PSOE. Pero, además, hay otro tipo de razones: las plusvalías del suelo son la fuente primordial de ingresos no ganados por el trabajo. Tocarlas implica afectar intereses muy poderosos que se extienden y entrelazan en todas las fuerzas económicas y sociales y en los partidos políticos. Hay que tener coraje para enfrentarlos y esto quizás sea pedir demasiado. Porque haber soluciones, las hay. Pero en su mayoría son soluciones fiscales, e implantar impuestos sobre los valores o las plusvalías del suelo tiene un indudable coste político. El problema no se resuelve declarando urbanizable toda la tierra del país. La propiedad privada del suelo implica un monopolio, con muchos titulares, pero monopolio al fin, que en un país como España sólo puede paliarse con medidas fiscales. Lo cierto es que el problema no se resolverá mientras el silencio de los economistas esté acompañado por el silencio de los corderos, es decir, de los ciudadanos sin acceso al suelo, víctimas inocentes de una injusticia con solución al alcance de la mano. Son los españoles lo que deben hablar y pedir explicaciones a economistas y políticos. Ningún economista debería explayarse en público sobre la economía española sin definir su posición sobre este tema, sin aclarar lo que dijo en el pasado o pedir disculpas por su silencio. Pero lo cierto es que mientras los “corderos” –es decir, los ciudadanos– no hablen y presionen el problema seguirá. Y, mientras continúe, la única solución –para los que pueden– es seguir aquel consejo que Mark Twain, con sorna, daba a sus amigos: compren tierra, que es un bien que ha dejado de fabricarse. Fernando Scornik Gerstein es Presidente de la International Union for Land Value Taxation and Free Trade y miembro del Grupo de Fulham en Londres. Publicado en Publico

jueves, 10 de julio de 2008

La crisis vista por Vergara

La privatización de la Sanidad Pública

La privatización de la Sanidad pública madrileña por parte del Gobierno del Partido Popular está realizándose a pasos agigantados. Todo indica que en el plazo de un año la totalidad de centros de salud, de especialidades y todos los grandes hospitales de la Comunidad de Madrid estarán privatizados. El Gobierno de la Comunidad de Madrid está tomado decisiones que, amparadas en la Ley de Nuevas Formas de Gestión (Ley 15/97), suponen la dinamitación de un servicio público básico como la Sanidad, que se transfiere a empresas privadas financiadas con presupuesto público. El lucro privado, con fondos públicos, se impone a la rentabilidad social, consustancial a cualquier servicio público. Los procedimientos utilizados son los siguientes: La concesión de la construcción y la gestión por 30 años de los 8 nuevos hospitales a empresas privadas, la mayor parte de ellas constructoras, que huyen así de la crisis del sector. Estas empresas son Dragados, Sacyr (dos hospitales), Acciona, Begar-Ploder, FCC, Hispánica y Apax Partners. En estos nuevos hospitales el personal sanitario procederá en su totalidad y se financiará por los hospitales públicos, que ya estaban en una situación crónica de falta de medios, con camas en los pasillos, urgencias abarrotadas e importantes listas de espera. La puesta en marcha de Planes Directores en los grandes hospitales públicos supone una reducción de un promedio 500 camas en cada uno de ellos. La Ley de Acompañamiento de los Presupuestos para 2008 de la Comunidad de Madrid otorga personalidad jurídica a todos los grandes hospitales, requisito para la gestión por parte de empresas privadas de todos ellos. Por todo esto, cabe hacerse las siguientes preguntas: ¿Está garantizada la calidad de la atención sanitaria? Por muchos motivos la respuesta es negativa. La apertura de nuevos hospitales no supondrá un aumento sino una disminución de camas, y no habrá más personal sanitario, ya que éste saldrá en su totalidad de los antiguos hospitales. La gestión privada, es decir, la búsqueda prioritaria del beneficio, implica ahorro en recursos humanos y materiales y, sobre todo, selección de riesgos. Este último principio se asienta sobre un hecho determinante para la asistencia sanitaria que practican implacablemente las aseguradoras privadas: el 10% de la población –personas mayores y enfermos crónicos– consume el 90% de los recursos. El negocio consiste en evitarlos a toda costa. El pago por cartilla sanitaria es una de las formas de financiación pública a las empresas que gestionan la Sanidad pública. La obtención de rentabilidad está determinada por la reducción del gasto. La forma de hacerlo es la siguiente: reducir personal, disminuir el número de especialistas, precarizar los contratos e incentivar económicamente a los médicos para dar altas precoces, reducir la indicación de los medios diagnósticos más costosos, disminuir el ingreso de pacientes o la derivación de los que exigen mayores gastos a otros centros (públicos) etc. La otra forma de financiación pública de la gestión privada es el pago por actividad, procedimiento empleado en el caso de la Fundación Jiménez Díaz-Capio-Apax Partners. Aquí se cambian las tornas y el negocio está en incrementar todo lo posible la actividad. El gasto, claro, se dispara. El asunto que determina la aberración subyacente a la gestión mediante empresas privadas de servicios públicos es la sustitución del Derecho Público por el Derecho Privado en la administración de fondos públicos. El Derecho Público establece mecanismos de control e intervención del gasto dirigidos a impedir la actuación arbitraria de las administraciones en la gestión del patrimonio y los fondos públicos. El Derecho Privado, que regula el funcionamiento del negocio empresarial, obviamente, no los contempla. El propio interés empresarial, dirigido a la obtención de beneficios con recursos propios, procura la gestión eficiente de la empresa y se ocupa de evitar gastos superfluos. Ambos mecanismos desaparecen en la gestión privada de servicios públicos. Los ejemplos del Hospital de Alzira y de las fundaciones gallegas, que tuvieron que ser rescatados de la bancarrota por las Consejerías de Sanidad respectivas, son una buena muestra. De los indicadores de calidad asistencial básicos, como son la mortalidad comparada, el índice de infecciones hospitalarias, las remisiones a otros hospitales, los indicadores de personal/cama, etc. que servirían para comparar la calidad de la atención pública y privada, nada puede decirse porque no se publican. La siguiente pregunta es: ¿son legales todos estos cambios? Este proceso de privatización de la Sanidad viene de lejos y se ha llevado a cabo tanto durante los gobiernos del PSOE como del PP. La clave de bóveda de todo él es la Ley de Nuevas Formas de Gestión, que permite la gestión privada de cualquier centro sanitario. Miles de personas están firmando para pedir su derogación. Se están introduciendo cambios decisivos en la Sanidad madrileña sin que se esté dando información oficial ni a la ciudadanía, ni al personal de los centros sanitarios, acerca de las ventajas de uno u otro modelo. Está en juego uno de los servicios sociales públicos fundamentales, como la Sanidad, que hasta ahora garantizaba que, todas las personas –precisamente cuando los necesitamos más porque somos mayores y/o tenemos enfermedades que demandan más recursos– pudiéramos ser debidamente atendidos. Es hora de informarnos, debatir y actuar en consecuencia para defender algo que constituye una conquista social indispensable. Ángeles Maestro es médica y ex diputada portavoz de Sanidad en el Congreso Ilustración de Gallardo. Publicado en el Diario Público el 9/7/2008.

miércoles, 9 de julio de 2008

Crisis?, What Crisis?

En el año 1975 en pleno subidon de la crisis del 73, el grupo Supertramp sacaba su tercer disco titulado irónicamente Crisis?, What Crisis?. Este titulo parece haber calado en al menos la mitad de la clase política, los del PSOE, que llevan unos meses manoseando el diccionario de sinónimos a ver que encuentran y el PP frotándose las manos a ver si por fin han encontrado la luz que les lleve de vuelta a la Moncloa. Las recientes declaraciones del presidente del gobierno, que sigue negando la palabra crisis amparándose en conceptos de macroeconomía que posiblemente le haya explicado Pedro Solbes tomándose un café, en las que como primeras medidas propone una serie de acciones algo ridículas por su impacto social (limitar los cargos públicos) y otras que son más propias de la derecha neoliberal, que de un partido socialdemócrata. Si empezamos por la reducción del gasto publico, uno no puede más que recordar el ultimo libro del economista y periodista norteamericano Paul Krugman, titulado “Después de Bush: el fin de los Neocons y la hora de los demócratas”. En este muy recomendable libro, a parte de considerar como medida neoliberal brutal la eliminación del impuesto de sucesiones en USA (aquí Pedro Solbes acaba de eliminarlo), Krugman hace un repaso por la crisis económica americana de 1929, donde la apuesta de los demócratas en concreto de Franklin D. Roosevelt por lo que se ha denominado New Deal, el intervencionismo estatal a través de políticas fiscales progresivas y el aumento del gasto social, sacaron hasta tal punto a EE.UU de esta crisis, que consiguieron hasta la década de los 70 un autentico consenso en la defensa del New Deal entre Republicanos y Demócratas. En nuestro país y por supuesto en nuestra ciudad, en los últimos diez años el motor de la economía ha sido el sector de la construcción. La crisis financiera, bursátil, petróleo etc. ha matado la gallina de los huevos de oro, las administraciones no solo van a tener que hacer frente al coste social de los ciudadanos/as desempleados/as, sino que van a ver sustancialmente disminuidos sus ingresos derivados de los impuestos relacionados con la construcción, que no son pocos. Desde 2004 Zapatero sabia que su flanco débil era la economía, por eso se la confió a Pedro Solbes (el ministro menos cuestionado por el PP en la pasada legislatura ¿casualidad?). El problema es que las recetas de Solbes ante tamaña crisis, no son las de un economista socialdemócrata, son las de un tecnócrata neoliberal que quizás a la crisis la llame autorregulación del mercado. Zapatero ha perdido la oportunidad de ofrecer una respuesta creativa y valiente a esta crisis, con recetas que la socialdemocracia americana y europea ya conoce y que han funcionado en otras ocasiones. Desgraciadamente el empeño por llamar a esta crisis desaceleración huele demasiado a la soberbia del poder, de la que hace no mucho hemos salido escaldados. En nuestra ciudad no hace falta ser una lumbrera para deducir que la crisis económica va a afectar a gran numero de ciudadanos/as. En los últimos años las personas sin cualificación profesional han estado ocupadas en la construcción. Es previsible que gran parte de esta mano de obra, más la tradicional en el sector, más inmigrantes, queden en una difícil situación en los próximos meses. Ante este panorama el consistorio como administración más cercana, no puede girar la cabeza hacia otro lado. Tiene mucho que decir y muchos recursos para ayudar a los ciudadanos/as con mayores dificultades. El Ayuntamiento de Sagunto, los técnicos, los grupos políticos, los órganos de participación (Consejo Económico y Social) deben abordar este problema de una manera rigurosa y seria, no con decálogos sacados de chisteras y con mínimo impacto en la localidad. Se debe buscar un consenso urgente entre todas las partes y elaborar un plan contra esta crisis que tenga un impacto directo en los desempleados de la ciudad. Por ello el ayuntamiento debería tomar medidas especiales y urgentes para blindar a la ciudad contra la crisis que sin duda se va a agudizar. Hay que prevenir las situaciones con dos medidas clave: Primero.- Generando Obra Publica y fomentando las pequeñas reparaciones privadas, que permitan absorber a mano de obra desempleada de la construcción. Y segundo.- Planificando un paquete de medidas sociales que sirvan de colchón a situaciones difíciles que van a atravesar muchas personas, en especial los que carecen de apoyos familiares como son los inmigrantes. En todo este proceso, el Presupuesto Municipal es clave, ahora más que nunca es la verdadera herramienta de gestión ante los problemas de una comunidad, y ahora es el momento de que se visualice. El ayuntamiento no solo esta para hacer caja en las épocas de vacas gordas, en estos momentos y de manera solidaria debe poner recursos en manos de los más perjudicados en esta crisis, los trabajadores/as. Pónganse de acuerdo, el tiempo pasa muy despacio cuando se esta desempleado. Alguien debería recordar que en la política municipal, aparte de izar banderas y cortar cintas, se esta para solucionar los problemas de la ciudadanía. Es el momento de la POLÍTICA con mayúsculas. Miguel Ángel Martín