lunes, 28 de abril de 2008

Berlusconi, el bipartidismo y la izquierda

Berlusconi vuelve al cargo que dejó hace menos de dos años. Lo hace tras haber vencido en las elecciones italianas y haberlo hecho con claridad tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado eliminando así cualquier atisbo de duda sobre cuál será su política. Basta mirar al pasado para saber con qué se van a encontrar los italianos en el futuro. No por menos esperada su vuelta resulta menos impactante. Que el primer ministro italiano sea una persona que vive en un continuo conflicto de intereses, bajo la permanente sombra de sus affaires judiciales, carente de todo sentido del Estado de Derecho y de la cultura de la legalidad es, cuanto menos, un dato merecedor de una profunda reflexión. Que haya vencido teniendo como delfín y principal aliado a Gianfranco Fini, líder de la ultraconservadora Alianza Nacional, añade a la cuestión la categoría de honda preocupación. Que además a su victoria haya contribuido de forma decisiva la coalición con la ascendente Liga Norte de Umberto Bossi, con un discurso xenófobo y racista, debería hacer saltar todas las alarmas dedefensa de la democracia.La victoria de Berlusconi es el resultado de un cúmulo de despropósitos acontecidos en los últimos tiempos en la política italiana. Algunos cabe situarlos en el debe de sus adversarios. No conviene olvidar el fracaso del gobierno de Romano Prodi, hipotecado por las fuerzas más reaccionarias que existían en el interior de su coalición de Gobierno e incapaz, por tanto, de desarrollar políticas progresistas y de ilusionar a su propio electorado. Sobre todo a aquella parte del mismo situada más a la izquierda, que se sintió traicionada por el Gobierno y que acaba de hacérselo pagar a sus integrantes. El descenso de participación de tres puntos con respecto a las elecciones de 2006 se explica desde esta clave. Los errores del Gobierno Prodi han pasado factura sobre todo a la Sinistra Arcobaleno de Fausto Bertinotti, que no ha conseguido representación y ha llevado a la izquierda comunista a la condición de extraparlamentaria por primera vez en la historia republicana italiana.Por su parte, Walter Veltroni no ha podido hacer frente a la coalición liderada por Berlusconi. Nacido bajo la bandera de la simplificación de la oferta política y de la búsqueda de la gobernabilidad, el Partido Democrático ha significado la puesta de largo de un nuevo espacio político: el centro-izquierda. Hasta la fecha, este espacio se venía entendiendo como un lugar en el que confluían por razones –coyunturales o electorales– partidos de centro y de izquierda. Ahora, en cambio, se pretende construir un lugar en el que ubicar una ideología propia: la del centro-izquierda. ¿En qué se basa esta ideología? “Soy reformista y no de izquierdas”. Con esta declaración de intenciones comenzó Veltroni su campaña. Desde ahí, se lanzó a buscar votos a diestro y siniestro, en un ejercicio de funambulismo político que ha acabado por pasarle factura en las urnas. Evitó, sí, la sopa de letras que había existido en anteriores coaliciones, pero no consiguió evitar las contradicciones internas.En su partido, coexisten posiciones claramente antagónicas en materias tan delicadas como el aborto, el reconocimiento de las uniones de hecho y los matrimonios homosexuales. Tampoco ha conseguido marcar la diferencia con el programa de Berlusconi en algunos temas tan sensibles para la ciudadanía como la política fiscal, donde ambos coinciden en la bajada de impuestos.En lo que sí ha insistido Veltroni hasta la saciedad es en la apelación al voto útil. No podía ser de otra forma, dado el tenor bipartidista bajo el que se ha configurado con su aquiescencia y participación activa esta campaña electoral. Más que al Parlamento parecían unas elecciones presidenciales a la americana. Los resultados han instalado el bipartidismo de tal forma que han convertido en estéril toda la discusión sobre la ley electoral que había presidido la campaña. Ahora bien, quizá Veltroni no valorara lo suficiente su insistente llamada al voto útil. No sólo no ha conseguido el requerido trasvase de votos desde la izquierda de Bertinotti hacia su partido, sino que ha sido otro factor determinante en la salida de dicha fuerza política del parlamento. La vampirización de la izquierda por parte del reformismo de Veltroni es una grave consecuencia que dejará sentir sus efectos en el futuro desarrollo de la política italiana.Por cierto, cualquiera que haya tenido ocasión de vivir de cerca la campaña electoral italiana tras haber seguido la española se habrá visto embargado por una terrible sensación de déjà vu. Estrategias y mensajes similares a los experimentados en España se han repetido en Italia. Cobra fuerza la imagen de una “internacional” de la asesoría política, que presta sus servicios allí donde se les solicita por parte de sus interlocutores políticos. Baste con señalar un par de ejemplos. Uno, el ya citado del voto útil, que tan buenos resultados ha dado al PSOE en España y que tanto allá como acá ha contribuido sobremanera al derrumbe o crollo de la izquierda comunista y alternativa; otro, el de la propuesta sobre la inmigración rayando la xenofobia, el racismo y el clasismo, que el Partido Popular puso en práctica durante la pasada campaña. Aunque también este mensaje caló en buena parte del electorado español, no fue suficiente para llevar a Rajoy al gobierno. En Italia, en cambio, sí ha contribuido al notable aumento de votos de la coalición Berlusconi-Bossi.De cara a futuros comicios, quizá no estaría mal que el PSOE de Rodríguez Zapatero –quien apoyó explícitamente a Veltroni en su campaña electoral– revisara esta experiencia italiana y tomara nota sobre la forma como el bipartidismo acaba por afectar a la izquierda.
Rafael Escudero es profesor titular de Filosofía del derecho en la Universidad Carlos III de Madrid
Ilustración de Iker Ayestaran