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Distopía |
Distopía,
efectivamente no es un defecto de refracción del ojo, ni un
fenómeno que da un color diferente al iris, no tiene nada que ver con la vista. Ni tampoco con la
enfermedad. A no ser que vivir una realidad opuesta a la de una sociedad ideal,
pueda considerarse como una enfermedad social. Efectivamente Distopía es el
antónimo de Utopía. A nadie se le
escapa que estamos asistiendo a la construcción de esta antiutopía. Nuestra
cotidianidad asiste al desmantelamiento de la Utopía Ilustrada. Todos tenemos la sensación de que día tras día
nuestra sociedad, que parecía que solo podía avanzar y evolucionar, no solo se
ha estancado, sino que está retrocediendo. Casualmente este mes de mayo se
cumplen veinte años de la Conferencia Mundial sobre Derechos Humanos de Viena
donde se fusionaron los derechos civiles y los sociales; declaración en la que
se reconoce en su Art.-5, la indivisibilidad, interdependencia y universalidad
de los Derechos Humanos. Es posible que en mayo casi no recordemos que en los
dos últimos años, y especialmente en este último, hemos pasado de disfrutar de
nuestros derechos sociales y culturales de carácter universal a: Un ataque sin
precedentes a la educación pública dañando su calidad y limitando su
universalidad; a la práctica desaparición de fondos destinados a la cooperación;
de una sanidad pública y universal a otra de carácter corporativista; a una
cultura inaccesible a la que se la ve como solo como un negocio; de una legislación
laboral que protegía al débil a otra en la que pretende tratar como iguales a
los que no lo son; de unos servicios sociales para todos a otros solo para “pobres”
y como dijo Olof Palme “un servicio para
pobres, será siempre un pobre servicio”. Este panorama no es nuevo, ya paso
en la Gran Bretaña de Margaret Teacher
donde en el año que llego al poder había un 9% de población en la pobreza y en
1990 cuando dejo de ser primera ministra los pobres representaban el 24%. Lo
que está pasando no es una catástrofe es pura ideología. Una ideología cuya Utopía
es justo lo contrario de la nuestra, su sociedad soñada es la antítesis de la
nuestra, ellos son nuestra Distopía, que no es una enfermedad. ¿O quizás si?
Miguel
Angel Martín
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